Sociología electoral

NO HARÉ un nuevo a nálisis político sobre las pasadas elecciones. Ya se han hecho demasiados, aunque sesgados, partidistas y superficiales. La conclusión es que todos los partidos han ganado: unos subieron en votos, otros lograron más poder local, algunos el ser llave en la gobernabilidad y conseguir alguna prebenda en el futuro. Ya sé que algunos partidos objetivamente han perdido, pero no se enteran o no quieren enterarse, y siguen castigándonos con sus justificaciones y monsergas erre que erre, como si nos interesara algo que sigan vivos o que desaparezcan de una vez. Véase en el ámbito nacional Izquierda Unida o en el provincial la UPL, PAL-UL, PB o PRB. Por último, algunos políticos también han sufrido sonoros fracasos, pero se tapan los ojos y los oídos a las críticas de sus compañeros, resistiendo hasta el ridículo. Se afilan cuchillos, se cortarán cabezas. ¡Qué difícil es aceptar las derrotas! ¡Qué oscuro panorama encontrar cobijo cuando no hay puestos que repartir! Más allá de los análisis de los resultados, el interés de estos comicios ha estado en el cambio político del voto, expresión de los cambios sociológicos, económicos y culturales que está viviendo España, aunque algunos aún no se han enterado. Lo importante, con serlo, no es que el PP haya obtenido 155.000 votos más que el PSOE; eso no es muy relevante con la abstención y voto en blanco que ha habido, más de un 35 por ciento; lo importante es esa abstención, muy alta por ejemplo en Cataluña, pues es el signo de un divorcio entre ciudadanos y políticos. Es esa alta abstención la que habría que analizar, y relacionar, por ejemplo, con la aprobación del nuevo Estatuto catalán, alejado de las preocupaciones de los ciudadanos; algo semejante o peor ocurrió con el de Andalucía. Cuando los partidos no reflejan el interés de los ciudadanos, éstos no votan y tampoco se afilian. Los partidos son estructuras cada vez más anquilosadas, envejecidas, sin ideas ni jóvenes ilusionados que las aporten. Más importante, si cabe, es conocer dónde ha ga nado cada partido, pues muestran las tendencia futuras. Más allá del empate en votos o de la fortaleza en mantener los respectivos feudos, lo que revela la sociología electoral es que el PP ha ganado, pueda gobernar o no en razón de los pactos, en las comunidades más dinámicas, aquellas en las que se crea empleo y tienen un nivel de renta igual o superior a la media española: Madrid, Valencia, Murcia, La Rioja, Cantabria, Navarra, Baleares, Castilla y León; el PSOE, por el contrario, gana en comunidades de menor nivel de renta y mayor atraso. Esto se traduce en el axioma: el PP genera riqueza, el PSOE reparte pobreza. Si de las elecciones autonómicas pasamos a las municipales, la cosa es aún más clara: el PP gana en las poblaciones de más de 50.000 habitantes, mientras que el PSOE lo hace en los pueblos y ciudades pequeñas. Por ejemplo, el PP ganó en 34 capitales de provincia mientras que el PSOE lo hizo solo en 16; incluso ganó en la mayoría de las capitales de comunidades feudos socialistas, como Andalucía y Extremadura. ¿Cómo un partido que se dice progresistas pierde en las ciudades, que se supone que es donde está la intelectualidad, la gente más abierta y con intereses más proclives al discurso de la izquierda? No necesitamos recordar cómo llegó la Segunda República tras unas elecciones municipales, porque creemos que todos los votos son iguales, los de las ciudades y los de los pueblos, aunque seguramente en muchos de éstos, si no podamos hablar de caciquismo, si podemos hacerlo de clientelismo, voto cautivo, PER, ayuda a domicilio y otros medios de garantizar el voto. El descenso socialista en las ciudades está directamente relacionado con el discurso errático de Rodríguez Zapatero en cuestiones que afectan a la organización del Estado, el terrorismo, la memoria histórica y otras políticas que dividen a la sociedad española. Rectificar es de sabios, pero no parece haber muchos en la dirección actual del PSOE.