Diario de León
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León

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Libertad frente al pasado El descontento es la condición misma del hombre, y el divino estímulo que permite conseguir todo lo que vale la pena. El hombre fracasa siempre, y lo da por bien empleado, y vuelve a empezar. Eso es ser hombre, y al que no le guste, puede dedicarse a ser otra cosa. Pero el descontento, para ser verdadero y valioso, tiene que ser concreto: de esto, de aquello que está mal, que reclama rectificación, corrección, reforma, cirugía, extirpación -según los casos-. El descontento universal y absoluto es una estupenda coartada para no hacer nada, para recaer en el más abyecto conformismo y confiarlo todo a las calendas griegas o a la insincera esperanza de derribar el templo para que caiga Sansón con todos sus filisteos. Los principios de este último siglo, los que me hacen sentir orgullo y alegría de haberlo vivido, podrían enumerarse así: libertad frente al pasado, pero no olvido del pasado para que no pueda volver; capacidad de ponerlo todo en cuestión, dominio de la realidad; conciencia real de fraternidad, que abarca el mundo entero. Un factor más de la época en que estamos; es la solidaridad que hoy existe en dosis antes desconocidas. Sabemos todo lo malo que pasa en todas partes y nos importa. Nos dolemos de los muertos de las guerras y de las pateras, del hambre existente en el mundo, de los torturados por los fanáticos, del niño andino que no irá a la escuela, del negro americano a quien se niega el derecho de entrar en un hotel, del niño gitano español a quien se le niega el derecho de entrar en una escuela, del escritor procesado en este o en aquel país, de los asesinados por las bandas terroristas .En los principios del siglo anterior pasaba todo eso y mucho más; pero apenas se decía, apenas se sabía, un oscuro telegrama, la sexta página de un periódico, nadie decía nada, porque a casi nadie le hubiera importado. Cuando se me propone volver la espalda a todo lo que significa estos primeros años del siglo XXI en el mundo occidental, echarlo todo abajo y renegar de ello, tengo que contestar: «Gracias, no». Prefiero entrar de verdad en ese mundo, sentirme descontento de lo mucho malo que todavía tiene, e intentar, con alegría de ser posible, que el primer cuarto del siglo que tenemos delante, si por azar llegara hasta su fin, no me hiciera mirar con nostalgia al último cuarto del siglo XX, Este es el mundo en los principios del XXI. Se presenta como una gran empresa incitante, como una inmensa posibilidad. Todo está por hacer, pero ya se ve cómo hay que hacerlo. Nada me parece más tentador. Recuerdo la frase de Chastellux: «Vosotros los que vivís, y sobre todo empezáis a vivir, en el siglo XVIII, regocijaos». Yo me volvería a todos los jóvenes de hoy, a todos los que no son muy viejos, y les diría: Vosotros que vais a vivir en el siglo XXI, alegraos. Francisco Arias Solís Emigrantes de otras religiones Las migraciones contemporáneas nos sitúan ante un desafío nada fácil, por su relación con las esferas económica social, política sanitaria, cultural y de seguridad. Se trata de un desafío al que todos los cristianos deben responder más allá de la buena voluntad y el carisma personal de algunos. En todo caso no podemos olvidar la respuesta generosa de muchos hombres y mujeres de asociaciones y organizaciones que ante el sufrimiento de tantas personas acusado por la emigración. Luchan a favor de los derechos de los emigrantes ya sean forzosos o no y en su defensa. Ese empeño es fruto, especialmente, de aquella compasión de Jesús. Buen Samaritano, que el Espíritu suscita en todas partes, en el corazón de los hombres de buena voluntad, además de despertarla en la misma iglesia, donde revive una vez más el misterio de su divino fundador, misterio de vida y de muerte. De hecho, la tarea de anunciar la palabra de Dios, que el Señor confió en la Iglesia, desde el inicio se ha entrelazado con la historia de la emigración de los cristianos. Por eso nos proponemos responder a las necesidades espirituales y pastorales de los emigrantes y transformar siempre más la experiencia migratoria en instrumento de diálogo y de anuncio del mensaje cristiano. Aspiramos a satisfacer exigencias importantes actuales. Nos referimos a la necesidad de tener en debida cuenta la nueva normativa de los dos Códigos Canónicos vigentes, latino y oriental, respondiendo también a las exigencias particulares de los fieles emigrados de las iglesias orientales católicas, cada vez más numerosas. Existe además, la necesidad de una visión ecuménica del fenómeno, debido a la presencia, en los flujos migratorio, de cristianos que no están en plena comunión con la iglesia católica, así como de una visión interreligiosa, a causa del número siempre mayor de emigrantes de otras religiones, en particular de la religión musulmana. Anatolio Calle Juárez (Navatejera).

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