Diario de León

DESDE LA CORTE

Adiós precios, adiós gestos

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FERNANDO ÓNEGA
León

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LA INMENSA mayoría del país respira con alivio. Ignacio de Juana Chaos, el terrorista más odiado por la sociedad, ha pasado su primera noche en la prisión de Aranjuez. Si hubo razones humanitarias para enviarle a un hospital de San Sebastián, esas razones han desaparecido con el alta hospitalaria. El traslado se ha producido de día, pero sin publicidad previa y con la discreción que requiere la previsión de incidentes. El diagnóstico político de su nueva situación podría ser éste: el gobierno empieza a poner orden, obligado por el brusco final del alto el fuego. Se acabaron los gestos, los detalles de buena voluntad y lo que el Partido Popular llama «concesiones». No incluyo la palabra «rendición», tan usada en algún sector radical, por injusta y desleal. La decisión no ha sido fácil, de todas formas. Hace unos días, en esta misma columna, dábamos por seguro que De Juana terminaría en su casa. Y no lo hacíamos por jugar a la adivinanza ni por ejercer de equivocados profetas. Es que ésa era la decisión de la administración penitenciaria, a la que tanto apela Fernández de la Vega, y estaba avalada por el juez de vigilancia. Si hay algo que contradice la previsión, es precisamente la decisión de devolverlo a la cárcel. Aquí se ha pasado de la «única solución legal y conveniente», que se decía en el entorno del 1 de marzo, a una aplicación de la ley de acuerdo con las circunstancias políticas. El gobierno se confiesa ante la opinión pública: si el pasado viernes (rueda de prensa del Consejo de Ministros) no sabía qué hacer con él, la duda quedó despejada en la noche del martes por boca de Rubalcaba: «Desde luego, no irá a su casa». ¿Qué ha ocurrido en medio? Dos sucesos consecutivos: uno, que ETA rompió formalmente la tregua; y dos, que la opinión publicada se mostró dispuesta a acentuar más el escándalo del régimen penitenciario de De Juana. Si tenerlo paseando por la calle durante el alto el fuego era un escarnio, mandarlo a casa -con pulsera telemática o sin ella, pero con la ETA en lucha armada- era una humillación para el Estado de derecho. Para Rodríguez Zapatero, la peor imagen que puede acompañar a un gobernante. No hay más que repasar las hemerotecas para recordar la cantidad de insultos y vejaciones que recibió. Con ese terrorista entre rejas, podrá haber incidentes nuevos de kale borroka; podrá extenderse la idea de que la prisión atenuada era un gesto o un precio pagado por el proceso de paz, como ya queda demostrado; podrán surgir voces, como algunas del Partido Popular, que denuncian que el cambio de actitud llega tarde. Pero el presidente ya no piensa en eso. El presidente, con esta medida, ha empezado a recorrer la senda de su propia salvación.

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