Diario de León

LA ASPILLERA

Pónganse las pilas de una vez

Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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DECÍA ayer Bono que el día en que De Juana Chaos muera, las campanas no doblarán sino que repicarán para despedir a quien calificó como un «excremento humano». Muy bien, muy laxante, pero ¿de qué nos vale hablar con las vísceras si la bestia se nutre también de esos mensajes? Con estos muchachos ya sólo vale ponerse decididamente serio. Lo inteligente no es el asco ni el cabreo (eso va en el precio de este aburridísimo y viejo negocio) sino la claridad de objetivos y estrategias. Ya es más que suficiente el derroche de ingenuidad, buenas maneras y manos abiertas. A muchos ciudadanos de este país nos resulta imposible creer que un Estado moderno y del siglo XXI no pueda hacer frente con la decisión, eficacia y autoridad exigibles a este llamado «conflicto» que deberíamos resolver sin más dilación, y por el bien de la asombrada tribu que viene detrás de nosotros, quienes pertenecemos a  esta generación. Es hora de que los responsables políticos se pongan las pilas de verdad, dejen de darnos ese espectáculo deleznable de desunión y busquen un lugar de encuentro que debe llegar hoy antes que mañana. Si las palabras parecen gastadas y entorpecen el camino pues se buscan otras que faciliten los acercamientos. Da igual si se habla de pacto contra el terrorismo o de pacto para no volvernos todos locos de atar. Y tendría que dejar de aparecer como un imposible metafísico que una parte tan relevante del asunto, como es el nacionalismo moderado, se sume a ese acuerdo que nos dará la fuerza. Las declaraciones de ayer del presidente del PNV, Josu Jon Imaz, especialmente nítidas, abren esa expectativa. En suma, el mandato que surge nítido, desde lo más hondo y consciente de la sociedad española, es que todos los partidos que tengan algo que decir y que hacer se dejen de tanta palabrería y formen una piña. Esa constante apelación a la unidad sin que nadie dé un paso sensato, valiente y coherente para ponerla en solfa resulta extraordinariamente desmoralizadora para el conjunto de la sociedad. Y no digamos para quienes, de forma más directa, tienen la responsabilidad, el difícil reto de luchar contra esa mafia: las fuerzas de seguridad. La eficacia sólo se alcanza cuando existe una claridad meridiana en las directrices básicas y se pone en marcha un protocolo de actuación firme y claro. Si la política desbarata la brújula y da constantemente palos de ciego no es extraño que se pierdan los nervios y que se resientan la moral y la eficacia de los mandos policiales y de sus subordinados. Se dirá que no puede olvidarse que estamos ante un «conflicto político» y no exclusivamente policial. Pero en la resolución de ese, como de cualquier conflicto, hay que marcar unas prioridades y aquí hay unas muy claras: se trata de acabar primero, y de una vez, con esta lacra nauseabunda con todos los medios sumados: los del Estado policial, los del Estado de Derecho y una inequívoca voluntad de los líderes políticos, puesta blanco sobre negro, de ir unidos a la consecución de ese objetivo. Somos cerca de 45 millones de personas en este país. Vale ya de irresponsabilidad y de jugar con las cosas de comer y de vivir.

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