LA VELETA
La ley del péndulo
ES VERDAD que la tregua de ETA ya estaba rota desde el 30 de diciembre, y que un alto el fuego unilateral y permanente, que es tanto como empeñar la palabra en el cese de la violencia política, nunca tiene gran credibilidad cuando la otorga un asesino profesional. Por eso puede decirse que el anuncio realizado por ETA el pasado martes, en el que se deja claro que la burra siempre vuelve al trigo y la cabra al monte, no tendría mayor importancia si no hubiese cambiado para nada los discursos de los partidos estatales. Pero, dado que no es así, y que todo lo que se dice y se hace está tamizado por las ocurrencias de la banda, no nos queda más remedio que reconocer que ETA se metió de nuevo en el tuétano de la política española, y que no nos queda más remedio que aguantar un año de discursos estériles que, además de no avanzar nada en la lucha contra ETA, también van a dejarnos fuera de los grandes temas que comprometen nuestro futuro en España, en Europa y en el mundo. ¡De Juana va, Otegi viene, Acebes malo, Rubalcaba peor!¿ hasta después de las generales. Para que las cosas fuesen diferentes no sería necesaria la invocación a la unidad trampa -porque es imposible- de los demócratas, ni volver a aquel pacto de mínimos que tan poco sirvió para acabar con ETA y tanto disimuló la inoperancia del Estado y sus Gobiernos alternativos. Lo único que sería necesario para evitar que ETA nos hiciese la agenda es que los dos partidos mantuviesen a pies juntillas sus discursos, aunque fuesen enfrentados, y que ninguna institución o autoridad modificase su actitud sobre De Juana, sobre ANV, sobre Otegi o sobre la oportunidad de dialogar el fin de la violencia por el simple hecho de que unos encapuchados volviesen a amenazarnos en la madrugada del 5 de junio. Pero esto ya es esperanza vana. En España todavía quedamos algunos partidarios de la estrategia tan bien diseñada y tan mal gestionada por Zapatero. Y también hay muchos millones de ciudadanos que creen a pies juntillas en la regla del PP, como si nadie tuviese que evaluar los magros resultados obtenidos durante las cuatro décadas en las que se probó casi todo. Por eso hay que reclamar que el debate sobre el final del terrorismo se haga con respeto y serenidad, para que la promesa de una solución tenga cabida en nuestro calendario biológico. Todos sabemos que la victoria caerá -Zapatero dixit- del lado de la democracia. Pero no por eso podemos pensar que el aguante y el tancredismo son la única alternativa a los fracasos cosechados por el PP y el PSOE en la gestión del diálogo. Porque la ley del péndulo -que otra vez nos amenaza- es buena amiga del tiempo olvidado, pero cruel para las personas.