EL MIRADOR
Sin reproches y ¿sin rencor?
EN VÍSPERAS de la reunión entre Zapatero y Rajoy había sembrado el presidente del Gobierno un pesimismo intempestivo o de inoportuna sensatez. Y minutos antes del encuentro, el portavoz popular Elorriaga hacía un avance pesimista de sus resultados. Y es que el pesimismo era lógico, dados los antecedentes, y la sensatez política, más bien escasa, dicho sea sin ánimo de ofender. Pero los vaticinios no se han cumplido, entre otras razones, o por la única razón, de que el PP se veía acorralado en su propia estrategia de acoso al Gobierno en su política antiterrorista cuando las circunstancias han cambiado radicalmente. De las negociaciones en penumbra que mantuvieron el Gobierno y ETA se ha pasado a la vuelta de ETA al ejercicio del terror. Y el Gobierno asegura que será implacable en la lucha contra la banda. Quien más obligado estaba a modificar su actitud era Rajoy, porque Zapatero ya había modificado la suya. Y como estos giros de ciento ochenta grados en la propia estrategia necesitan presentarse al gran público muy edulcorados, para que no se confundan con el arrepentimiento, la exposición pública de Rajoy se dirigió más bien hacia «el conjunto de los españoles» para explicarles que él, Rajoy, había cumplido su compromiso con ellos. «Yo le he dicho al presidente del Gobierno que le apoyaré para derrotar a ETA, que es lo mismo que llevo diciendo a lo largo de estos último años». Habría, pues, una línea coherente en la postura de Rajoy a lo largo de la legislatura, lo cual no debiera ser contradicho en este momento porque ambos interlocutores, Rajoy y Zapatero, renunciaron al mutuo intercambio de reproches, loados sean ambos. Y ahí está uno de los éxitos secundarios de la cumbre bilateral. Pero no nos engañemos por tantos signos alentadores porque bajo ellos permanecerían parte de los viejos tics, tanto en Zapatero como en Rajoy, pero tal vez más en éste. Pero como la actitud proclamada por Zapatero es de lucha implacable contra ETA, ahí ya no le quedaba a Rajoy resquicios por los que condicionar su apoyo. Se vio así que en la reunión no se habló del pacto antiterrorista, si es cierto lo que ambas partes dicen, y las referencias del líder de la oposición a la ilegalización de ANV y a los pactos que vayan a sellarse en Navarra y la diputación de Álava fueron atendidas por Rodríguez Zapatero con el distanciamiento que las circunstancias le permitían. Ni Navarra, ni Vitoria ni la ANV pueden ser ya condicionante del apoyo popular a la lucha antiterrorista porque ahora se trata de reactivar todos los resortes del Estado, como afirmó la vicepresidenta De la Vega, el policial, el judicial, la cooperación internacional y, obviamente, la unidad de los demócratas. Rajoy conservaba ayer capacidad para no arrodillarse ante Zapatero, y éste la habilidad suficiente para decir que los asuntos de Navarra y Vitoria son asuntos del ámbito local en que radican. Y que a ANV en cuanto se desmadre, es decir, cruce más allá la línea democrática, la someterá a toda la dureza de la ley. Se ha dado un primer paso hacia la unidad antiterrorista entre PP y Gobierno, aunque de momento sólo sea hacia la recuperación de la confianza perdida. Se inicia el camino en la buena dirección, sin reproches y ¿sin rencor?