DESDE LA CORTE
La palabra maldita
UNA MUJER, cuyo nombre no nos dice nada a usted ni a mí, pero que nos importa porque hoy cogerá su acta de concejala en el ayuntamiento vasco de Hernani, anunció ayer que no condenará los atentados terroristas. Ha sido candidata por Acción Nacionalista Vasca, partido que, según nos recuerda todos los días el gobierno, rechaza la violencia en sus estatutos. Pero ella, de sólido pensamiento, no piensa caer en esa vulgaridad de condenar que una bomba mate a dos ecuatorianos que duermen en el aparcamiento de un aeropuerto o que un tiro en la nuca deje una mujer viuda o un niño huérfano. La señora concejala no caerá en esa trampa de rechazar un crimen. Entiende que «condena» es «una palabra maldita» que llevamos muchos años en la boca sin solucionar nada. Ése es, señores, el discurso de la llamada izquierda abertzale. Las instituciones del Estado hicieron un extraordinario acto de generosidad permitiendo que 123 de sus listas se presentaran a las elecciones municipales. El Fiscal General, tras una dura construcción de una teoría legalista, consiguió que esas listas «colaran» ante el Tribunal Supremo y el Constitucional. El gobierno arriesgó una buena parte de su crédito de dureza ante el terrorismo al negarse a atender las peticiones de la oposición de que ilegalice ese partido e impida que sus electos se sienten en sus escaños. Su presencia o ausencia en los lugares donde fueron rechazados será esta mañana de sábado un riesgo para el orden público en el País Vasco y Navarra. Y ellos han recibido la teórica: su posición es la misma que podría mantener Arnaldo Otegi o cualquier terrorista. Porque se trata de eso: de tener preparado un discurso que, en el fondo, pretenderá convertir en malo al asesinado, a quien se le aplicará el principio cínico del «algo habrá hecho». El gobierno legítimo, aunque condescendiente con ellos, será una parte de la imposición de un régimen de opresión que no quiere solucionar nada, sino que se escuda en la inútil palabra maldita. Y la estampa de la persona muerta, del bien destrozado, del luto que otros llevan será, como ha sido otras veces, una parte más del paisaje. ¿Recordáis cuando se dijo eso? ¡Ay, presidente Zapatero! Esos 439 concejales que hoy empiezan su mandato van a ser su nuevo dolor de cabeza. No espere nadie una sola expresión de condolencia ni de rechazo a la crueldad. Para esas mentalidades, los culpables serán los que no han sabido o querido negociar. Donde son alcaldes, forzarán a disolver las corporaciones, en cumplimiento de la ley. Y donde no se disuelvan las corporaciones, ellos seguirán en sus puestos. Cuatro años. Apoyados, además, por 187.000 votos. ¡Qué disgustos, qué traiciones provoca la generosidad!