POR LA AMURA
En el lado bueno
«¡QUIEN fuera sevillano!», comentaba un parroquiano en un bar en abril pasado mientras en la tele salían romeros bailando y comiendo jamoncito en la feria después de la Semana Santa y antes del Rocío. El camarero le miró de reojo y le respondió: -«Sí, salvo que te toque ser el que sirve las copas de fino». Una noticia de esas pequeñitas me reveló ayer que el mundo debe ser como Sevilla, y los que tuvimos la gran suerte de caer de este lado somos los que bailamos, mientras que el 80% restante de la población del planeta nos corta jamón y nos llena los vasos. El caso es que en China han descubierto una mafia que se dedicaba a secuestrar niños, transeúntes y discapacitados psíquicos que luego vendían como esclavos a empresarios sin escrúpulos que les hacían trabajar de sol a sol en fábricas de ladrillos, les daban de comer lo justo para que no murieran y dormían allí mismo en condiciones infrahumanas. Al parecer los esclavos más cotizados eran los niños, seguramente porque duraban más y tenían más tiempo para amortizar la inversión . Se pagaban a 50 euros cada uno. Algunos de los casi 500 esclavos que han liberado hasta ahora han relatado cómo llevan varios años encerrados, alimentados exclusivamente de pan y agua, cómo trabajaban descalzos y en harapos 14 horas diarias y son azotados cuando hacen algo mal, en ocasiones hasta la muerte. Uno de estos liberados, un joven deficiente mental, lloraba mientras recordaba cómo tuvo que enterrar con sus propias manos a su mejor amigo, un niño que había muerto agotado y famélico. Leo esta noticia y, la verdad, me importa un bledo si León es Castilla o no, con tal de que siga en el lado bueno del mundo.