EN LA CUERDA FLOJA
Mea culpa
ENTRE tantas noticias de segunda que agobian estas semanas la primera de los periódicos, me ha sobresaltado una que casi nadie ha destacado: la aprobación de la Ley de Investigación Biomédica. Los titulares, en casi todos los casos, han hecho referencia a que somos el cuarto país europeo que aprueba la clonación terapéutica o el noveno del mundo. También han enfatizado que se prohíbe expresamente la creación de embriones para la investigación. Ciertamente, sabía que la ley estaba en proceso, pero me había olvidado de ella, y de pronto me la encuentro ya aprobada en el periódico. Mea culpa, desde luego, porque ya tengo edad para evitar que me embarren la vista otras noticias que pasarán y que me han impedido seguir esta, que quedará. Pero el que me haya sucedido a mí, que mantengo una especial preocupación por los problemas bioéticos, quizá manifieste una primera objeción a esta ley: el insuficiente debate científico y social. A esto el gobierno nos tiene bastante acostumbrados: vivimos un interminable y abusivo «trágala» ideológico. La ley de educación, la de matrimonios homosexuales o el feroz y repentino rechazo a toda forma de objeción de conciencia -con tanto ardor abrazada hasta no hace mucho- son otras manifestaciones del poco aprecio que el actual régimen manifiesta por la opinión contraria. Pero, además, la nueva ley parece un galimatías eufemístico destinado a difuminar lo que realmente hace: desproteger los estadios germinales de la vida humana. No importa que la investigación con células madre embrionarias ande huérfana de resultados ni que abunde en ellos la de células madre adultas ni que se hayan descubierto métodos seguros de crear células embrionarias sin machacar embriones. Importa la doctrina y... el negocio.