¡Espabilemos!
Un día en un pueblo de Bolivia... Navidad 2005/2006. En alguna pequeña ciudad de la lejana Bolivia, una joven madre de tres niños, con tristeza los arropa para dormir, tras una humilde cena en la que, además del papá, faltó en aquella mesa un dulce para que aquellos niños celebrasen la Navidad. Luego, y mientras dormían, les prometió que su próxima Navidad sería un poquito mejor¿ Movida por la pobreza, tomó una decisión equivocada. Viajó con droga a nuestro país y, en el aeropuerto, la detuvieron e ingresó en una prisión. A esa prisión a la que nadie queremos ir, ni tan siquiera, acuciados por la pobreza. Ahora, tendrá que cumplir una condena de seis años. Esta joven tiene nombre y apellidos, como tantas otras que, acuciadas por la pobreza, toman una decisión de este tipo con la que se están exponiendo a muchos años en una prisión, sin poder ver a sus hijos y sus seres queridos; y en muchas ocasiones, pierden a sus hijos y reciben el rechazo más absoluto de una sociedad que no permite ni tolera, el que una mujer se equivoque, aunque sea para sacar adelante a sus hijos. Ya volviendo aquí, en las modernas prisiones de nuestro país, se las mantiene, prácticamente hacinadas, sin realizar actividades socio-culturales, ocupacionales o, lo que es peor, productivas, que les puedan servir para paliar la desesperante situación de pobreza en la que dejaron a sus hijos. Es digno de mención el trabajo que desarrollan algunos/as funcionarios/as y trabajadores de las prisiones en favor de que estas mujeres tengan actividades socioculturales, ocupacionales y/o productivas, en muchas ocasiones, donando sus horas libres a esta noble tarea. Con esta historia, que es tan fiel como verdadera, no pretendo de ninguna manera justificar el error que ellas han cometido; error que están pagando ahora muy caro. En mi opinión, y desde el punto de vista humano, estas mujeres se merecen un poquito más de atención por parte de la sociedad de este país y, más especialmente, por parte de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Andrés Dopico Barros (Prisión de Monterroso, Lugo). Grupo de Danzas de Maragatería Cuando algo que no es cierto se publica, pienso que es justo que se pueda rectificar. Y por eso quiero recordar, como ya hice público a través de otra carta, que Antonio Martínez Alonso no es el fundador del grupo Danzas de Maragatería. Este dato falso ya ha aparecido varias veces en la prensa. Una de ellas el 12 de agosto de 2006 en «El Faro» y en el Diario de León con motivo del homenaje que posteriormente se le hizo. También en «El Faro» del día 19 de diciembre de 2006 se dice que Antonio Martínez Alonso fue homenajeado en la Casa de León en Madrid por ser fundador del Grupo de Danzas de la Maragatería, cosa que no es cierta y que según me han dicho también publicó el Diario de León. En la revista Montañas del Teleno n.º 12 publicada en el año 2006 se dice lo mismo y se añade que 17 años en el grupo ya es tocar y bailar¿ A mí me parece que esas dos cosas no se pueden hacer al mismo tiempo. Además no dice que quien tocó el tamboril y la flauta durante 19 años hasta que me puso la zancadilla fui yo, Maximiliano Arce Simón. Estos errores han aparecido en la prensa por informaciones falsas, pero también hay otras personas que están equivocadas. Áurea Benítez, componente del grupo, también se refiere a Antonio Martínez como fundador. Tenía que haberse enterado bien, porque cuando ella entró en el grupo ya estaba fundado¿ y con esto no la quiero ofender, que es buena amiga y buena bailadora. Que quede claro que yo no tengo nada en contra de los homenajes que le han hecho, le pueden hacer todos los que quieran, pero la palabra de fundador sobra porque es mentira. Al grupo de Danzas de Maragatería lo sigo apreciando como a cualquier grupo porque me gusta que se difunda la cultura maragata. Y creo que también se les debe un reconocimiento a todas las personas que han formado parte del grupo y que proceden de muchos pueblos maragatos así como de la Sequeda, de Astorga y de León. Gente a la que conozco y aprecio. De todos modos yo no he renunciado al grupo, así que aunque no actúe en él me considero miembro del grupo, de hecho en los estatutos sigue apareciendo mi firma. Y para echar a una persona de un grupo tiene que haber un motivo y se tiene que reunir a la junta directiva en asamblea. El señor Antonio conoce este procedimiento, ya que forma parte de más asociaciones, pero lo quiso pasar por alto. Sólo votaba el presidente, faltaban vocales, tesorero y secretario y como todos sabemos esto se llama tapadera. Si tuviera espacio tendría que llenar el periódico, pero hay otras personas que tienen los mismos derechos. Maximiliano Arce Simón (Rabanal del Camino). Víctor (Alcalá de Henares).