Diario de León

TRIBUNA

El «experimento» Palestina

Publicado por
BEGOÑA CASASOLA PEÑÍN
León

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GAZA ES UNA enorme cárcel. Las llaves las tiene Israel. Es un gran laboratorio humano, donde 1.400.000 personas viven hacinadas, en condiciones precarias de luz, agua, combustible, víveres, medicinas,... toda entrada está rigurosa y metódicamente controlada por Israel. Esta escasez se acompaña de incursiones de observación y de matanzas diarias, con el objetivo de llevar a la población a la indefensión, pues todas las salidas están selladas. La vida es sencillamente inhumana desde que Israel la ocupó militarmente en 1967. «La mitad de los habitantes de Gaza y Cisjordania sufre malnutrición», escribía The Independent el 12 de junio. Como explica la psicóloga María José Lera, en este laboratorio se llevan a cabo experimentos. Este verano se ha puesto en marcha «el experimento del hambre» sellando todas las entradas y salidas del laboratorio: los gobiernos israelíes han impedido la construcción de un puerto en Gaza, y la marina israelí vigila para que ningún navío se acerque a la costa; han bombardeado y cerrado el aeropuerto internacional construido durante los días de Oslo; han cerrado toda la Franja de Gaza mediante una valla y sólo se mantienen unos cuantos puntos de acceso, controlados por el ejército israelí. Una vez las condiciones se han estabilizado bajo mínimos, se introduce otra variable: «la confusión». Se inicia con el secuestro de 10.000 personas, muchas de ellas diputados y ministros, y por supuesto muchas son niños y niñas; y se va dotando de más armamento y ejércitos a los palestinos, para que se vayan matando entre ellos. Un millón largo de palestinos, y sobre todo palestinas, sabe por propia experiencia que si les ocupas militarmente, les encierras en 360 kms. cuadrados, les robas o destruyes sus casas, les quitas la energía eléctrica, el agua potable, les bombardeas a menudo, les haces ver que no tienen futuro alguno y por fin bloqueas su economía, lo que incluye negar alimentos a niños, niñas, personas enfermas y ancianas, al tiempo que los divides entre buenos («moderado Abbas») y malos («extremista Haniya») y proporcionas entrenamiento y armas a los primeros, lo menos que puede ocurrir es que se líen a tiros entre unos y otros. Responsabilizar a las «fuerzas y milicias» palestinas de lo que ocurre y no decir ni una palabra de la responsabilidad de Israel y la comunidad internacional en el desastre es, cuando menos, cínico y, a todas luces, falso. Israel y los gobiernos occidentales son los responsables del genocidio palestino: la ocupación la mantienen durante 40 años, aunque es ilegal. La población ocupada, que ha de ser protegida por la comunidad internacional, es condenada a muerte por falta de medios para alimentarse, curar las enfermedades, trabajar, estudiar y realizar el resto de actividades cotidianas necesarias para vivir. Hablar sobre la guerra civil en el mundo árabe y la necesidad de que la ONU o la comunidad internacional actúen con el despliegue de una fuerza internacional, como sugería el primer ministro de Israel, es hipócrita. Agustín Velloso se pregunta por qué no la han pedido en los 40 años de ocupación y en sus guerras de agresión contra sus vecinos desde su fundación como Estado. Por qué no se envió una fuerza de interposición al norte de Israel para impedir el avance de sus tanques hacia Líbano. O por qué la ONU no bloquea económicamente a Israel, responsable de miles de muertes en Oriente Medio y de la destrucción de Líbano y Gaza. En los medios de comunicación se insiste, de forma machacona y reiterada sobre el enfrentamiento armado entre «facciones palestinas», pero no se habla sobre el hecho de que el bloqueo occidental está impidiendo la entrada en Gaza de comida pero no de armas. El psiquiatra palestino Eyad El-Sar Raj advierte que «la investigación psicológica mundial ha demostrado que los conflictos armados prolongados dan lugar a lo que se conoce como intoxicación social crónica, que hace a la gente, niños incluidos, menos sensibles y más despiadados, menos racionales y más impulsivos, menos dialogantes y más violentos». ¿Insensatez?, se pregunta María José Lera. Esta psicóloga explica que son las víctimas de un plan mayor, y si palestinos de Al-Fatah matan a palestinos de Hamas y viceversa no es por insensatez, probablemente la razón sea la desesperación y la miseria, y el poder cobrar un sueldo a fin de mes, para alimentar a sus extensas familias. Si a esta situación de desesperación se une la gran cantidad de armas, la cárcel de Gaza, los ataques israelíes, y etcétera, qué se espera que ocurra. Cuando recibe descargas eléctricas, sin poder controlarlas, el sujeto experimental pasa a la depresión total y la falta hasta de movimiento, si en esos momentos en la «jaula» hay más «ratones», los conflictos entre ellos también se multiplican. Esto es lo que está pasando, y si se matan entre ellos, menos tiene que hacer el «experimentador». Desde una perspectiva psicológica, analiza esta experta, el estrés al que la población de Gaza está siendo sometida es insoportable para el ser humano, esto explica la aparición de comportamientos violentos antes de llegar a la depresión absoluta y la muerte. Estos comportamientos son los habituales en un entorno opresivo, de carencia de recursos, y desalentador. Las injusticias cometidas contra el pueblo palestino son tantas, que mantener la cordura es casi imposible. Sólo un dato: 10.000 secuestrados tiene Israel y nadie hace nada por ellos, nadie habla ni salen en la prensa. Cualquier periodista, turista o persona de una oenegé que sea secuestrada en esta zona está inmediatamente en los medios de comunicación, pero sus ministros pueden ser secuestrados y no pasa nada. ¿Qué tratan de decir a los palestinos los gobiernos de Israel y USA con el apoyo o el silencio cómplice de las potencias occidentales? El mensaje es claro: si no os rendís vais a llegar al límite de la hambruna, del enfrentamiento alentado y propiciado y de la desesperación, e incluso vais a rebasarlo. Debéis destituir el Gobierno de Hamas y elegir a candidatos dóciles que cuenten con la aprobación de Israel y USA. Y, más importante aún: debéis daros por satisfechos con un Estado palestino consistente en varios enclaves separados y cada uno de ellos absolutamente dependiente del control y regulación de Israel, como en el apartheid sudafricano. Porque el objetivo es reducir lo que queda de Palestina y de los palestinos a cenizas, olvido y muerte. Y se hará. De una u otra forma, se hará. Porque el tiempo corre a favor del más fuerte y violento. ¿Qué podemos hacer desde fuera de Palestina? Probablemente mucho más que desde dentro. Abrir debates, invitar a palestinos y palestinas, y sobre todo que no nos desvíen del objetivo, la denuncia de la ocupación y del holocausto palestino.

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