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FEDERICO ABASCAL
León

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DOS diarios nacionales de muy distinta proyección moral, amanecieron ayer con el anuncio de que Bernardino León, secretario de Estado de Asuntos Exteriores, había representado al Gobierno de Zapatero en las reuniones mantenidas con ETA, al menos en las últimas, celebradas entre los días 14 y 16 del pasado mayo, en Ginebra. El diplomático español desmintió al diario ABC esa información, que el periódico de centenaria y limpia trayectoria profesional publicaba ayer basándose en «fuentes de la máxima solvencia». Y durante su comparecencia ante la comisión correspondiente del Congreso para hablar de política exterior española, el ministro Moratinos negó «rotundamente» que hayan existido «contactos o relación» entre León y representantes de la banda terrorista. Respondía el ministro de Asuntos Exteriores a una pregunta del portavoz popular Gustavo de Arístegui, diplomático también, sobre si era o no verdad que, a los cinco meses del atentado etarra en el aeropuerto de Barajas, el secretario de Estado había mantenido conversaciones con ETA. La negativa de Moratinos ha quedado expuesta en el párrafo anterior. Y mientras en los escaños del PP flotaba un cierto escepticismo, Jordi Xuclà, de CiU, reiteraba el apoyo de su coalición a la política antiterrorista del Gobierno y añadía que es un deber, o casi un deber, del Gobierno realizar intentos en busca de la paz. Debe añadirse que unas hipotéticas o reales conversaciones entre el Gobierno y ETA semana y media antes de las recientes elecciones municipales/autonómicas es un hecho con sustancia política, por lo que su publicación no es ni mucho menos sorprendente. Lo malo es que tampoco es sorprendente la forma en que el PP ha cogido la noticia al vuelo, o asentada ya en la portada de dos diarios, para pedir explicaciones al Gobierno. Con una voz suave y acompasada, como procurando adaptarse al cese de hostilidades al que se ha comprometido Rajoy en el campo de la política antiterrorista, el portavoz parlamentario Eduardo Zaplana exigió que el Ejecutivo dé explicaciones públicas sobre sus conversaciones con ETA, porque «un desmentido genérico no es suficiente», dado que «el Gobierno no está sobrado de credibilidad, especialmente en este tema». No parece que Zaplana actuase sin previa consulta a la superioridad, lo que explicaría la minuciosidad con que el portavoz del PP desglosaba sus exigencias: «explicaciones con detalle», «hasta dónde, con quién, quién, cómo», «de qué se ha hablado» y «todo eso con detalle», «así es como se recuperaría la credibilidad»... Y no dejó pasar la oportunidad de una apostilla: «Nadie puede negarle al PP falta de moderación y de negar apoyo al Gobierno en la lucha antiterrorista». Parece, sin embargo, que el Gobierno no va a dar más explicaciones. Los ciudadanos, por lo que sugieren los sondeos, aprobarían mayoritariamente los esfuerzos de Zapatero, a veces muy desafortunados, para lograr el cese de la violencia etarra. A lo que debe añadirse una obviedad, que sólo interesadamente se olvida, y es que todos los gobiernos de UCD y del PSOE mantuvieron siempre, o casi siempre, algún tipo de interlocución con ETA para calibrar en lo posible el funcionamiento de la banda y tomarle el pulso criminal.