CUARTO CRECIENTE
Refugiados todos los días
SEIS décadas viviendo en un campamento de refugiados, con la bandera de la provisionalidad clavada en la puerta de casa y la maleta preparada para regresar al hogar a la menor oportunidad, marcan el carácter y la esperanza de futuro de un pueblo como el palestino. El sentirse acorralado, rodeado del ejército enemigo que impide cualquier acceso a alimentos o sanidad y viola impunemente a las mujeres que osan salir en busca de madera y sustento se ha convertido en el día a día de los desplazados de Darfur. La imposibilidad de encontrar trabajo por no tener papeles, vivir en tierra de nadie y la dependencia de la ayuda ajena se ha convertido en lo habitual para millones de iraquíes refugiados. El olvido de su causa entre las dunas del desierto que les acogen desde que Marruecos se negó a reconocerles su identidad es el caballo de batalla de los saharauis. Las imágenes de decenas de miles de personas avanzando por carreteras interminables y el rostro vacío son el vivo retrato de una de las pesadillas de nuestro «próspero siglo XXI». Da lo mismo que sean lo cristianos de Sudán refugiados en Darfur, los afganos en Pakistán o los palestinos en el Líbano, todas son personas con una historia, un bagaje individual que pesa como una losa sobre su corazón, que vagan abandonados a su suerte y a la bondad y medios de las organizaciones no gubernamentales. Cuando uno mira sus ojos, ya sean los de un niño, una mujer joven o un anciano, en ellos siempre parece que se ha detenido el tiempo con las mismas preguntas ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué hago ahora? No puedo imaginarme nada más triste que tener abandonar el hogar corriendo, dejando atrás, raíces, seres queridos y bienes, sin saber, si alguna vez se podrá regresar. El infierno de los refugiados no tiene parangón: se ven obligados a huir para salvar su vida y buscar cobijo en países que no tienen capacidad, medios y, lo que es peor, voluntad para acogerles y darles un futuro. No podemos abandonar a los millones de seres humanos desplazados y desamparados. Hoy son ellos, mañana podemos ser nosotros.