Diario de León
Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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CUENTA la leyenda del mus que, en el s. XVIII, a un vasco de nombre Xanti le gustaba una tal Lucía, a la que requebraba y a la que saludó emocionado con un «or dago», que explican los entendidos que vendría a significar algo así como «aquí está», pero en vasco. Aquí está la guapa y a por ella que voy, mejoraríamos la traducción aproximada del asunto, que acabó en boda. A estas alturas leonesas, casi dos siglos más tarde por aquello de celebrar conmemoraciones históricas, ya no sabe una quién es Xanti y quién Lucía en la alianza de órdago del PSOE y la UPL. Tampoco si la novia se entregó doncella o con estipulaciones matrimoniales secretas de alcoba, o si los amigotes que llevaron al mocetón hasta el altar, preñados de compromisos previos, olvidaron en el camino lealtades anteriores históricas al envolverse también en el manto de armiño que, mal que pese a algun@s, sólo corresponde al vencedor: Paco. Sea como fuera esta historia de amor cercana, se trata de un órdago a la grande, a la más grande: a la comunidad, al estado, a las direcciones de sus propios partidos y aún a los leoneses, cuyos corazones rugen felinos, ronronean de alegre esperanza, cual los ejércitos de Ramiro II ante las hordas de Abd al-Rahman III en Simancas allá por el 939, en la que ha pasado a los siglos con el sobrenombre pomposo de «la campaña del supremo poder». Otro órdago. Mil años atrás éramos pocos, no siempre bien avenidos, alguno que otro con cierto dolorcillo entre la cuarta y la quinta intercostal, que diría don Mendo, por aquello de la costumbre nativa de la puñalada trapera, herencia viva, pero todos una piñ a. Enfrente, entre banderas, estandartes y clamor de almuédanos, los otros. Mira que es por el bien de Al-Andalus, mira que somos más, mira que te podemos¿ aducía el califa cordobés a Ramiro II, a quien probablemente se le calentó la cabeza en los rasos de la frontera ya que envió al moro a remendar culos de tinaja o a limpiar letrinas porque, eso sí, a mala leche, burros y cabezones pocos nos ganan. Aquel órdago del 939 nos salió de rechupete. Pero, ¿y éste? Hace ya algún tiempo otro ordaguín similar, que implicaba al ayuntamiento y a la diputación, acabó decapitado en las cortes. Por el camino, mientras sacaban el cadáver para arrojarlo al muladar de las esperanzas vanas, quedaron las ilusiones, las fuerzas y hasta las entrañas de más de uno. Ahora sólo se escucha una voz. ¿Alguna más la acompaña, aquí en la provincia o fuera de ella? Mirad que la soledad del desierto político recuerda la de Simón el Estilita, que acabó hablando consigo mismo encima de una columna muy alta, y no es cuestión, con nuestros achaques, de subirnos todos a los pináculos de la Catedral para llamar la atención mientras se desloma una gárgola más o se despanzurra un indígena junto al pórtico norte. Muchos nos preguntamos: con ZP en Madrid: ¿otro gallo nos cantará, o la losa del País Vasco y Cataluña nos enterrará para siempre bajo un brindis al sol de txakolí? Puede que este órdago sea el último que se nos permita. Y cuando se echa un órdago, hay que ganarlo.

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