POR LA AMURA
Golazo de Eto'o
ESTABA ayer en el Aeropuerto de León, interesándome por cómo le va a una maleta mía que lleva un mes -y lo que le queda, me temo- dando la vuelta al mundo por cortesía de Alitalia, cuando alguien me pide de forma muy cortés que le deje pasar por el estrecho paso que hay entre la oficina de Iberia y el mostrador de facturación; era un negrito pequeño y fibroso cubierto por un simpático sombrero blanco. Me fijo y... ¡Anda, pero si es Samuel Eto'o! Le debieron colar por la gatera para evitar la avalancha de fans y curiosos, pero aún así, los escasos treinta metros que le separaban de la puerta de embarque fueron suficientes para que le pidieran hacerse varias fotos, firmar dos autógrafos y para que un espontáneo le gritara un « ¡Hala Madrid!» con cierta mala leche, al que él respondió con una sonrisa y un «Enhorabuena por la liga, amigo» . Después me entero de que el futbolista camerunés se pasó desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde en León, aguantando a algunos niños y a muchos mayores que no le dejaron ni comer. Firmó docenas de camisetas, se hizo cientos de fotos siempre con una sonrisa, y habló de fútbol y de lo que no es fútbol, como por ejemplo de sus paisanos que abandonan África en cayucos para dejar en demasiadas ocasiones la vida en la mar, o de los cientos de niños cameruneses que, como le ocurrió a él hace pocos años, se ven obligados a trabajar desde muy pequeños para llevar a sus casas unos céntimos de euro que ayuden a enjugar la miseria de sus familias. Y para que haya algunos niños menos obligados a vender su infancia como tuvo que hacer él, Eto'o ha puesto en marcha una fundación que les paga el colegio y lo que ganarían trabajando. Un golazo.