LA VELETA
Líbano: lo tópico, lo oficial y lo discutible
ESCRITO poco después de escuchar la información facilitada por el ministro de Defensa, este artículo tiene que estructurarse en tres partes, a cuyo desarrollo entramos sin más dilaciones. Lo tópico, lo que nadie discute, es decir que los seis soldados fallecidos nos duelen en el alma. Porque son hombres jóvenes cuya vida segó la violencia. Porque compartimos el dolor inmenso que sienten sus familias, amigos y compañeros. Y porque murieron al servicio de la patria, en una misión internacional cuyas dudas y problemas en modo alguno les conciernen. Por eso deseamos paz y vida eterna a los que fallecieron por la patria a las órdenes de su Gobierno, y una pronta y buena recuperación a los que sufrieron graves heridas. Después viene lo oficial, que por el mismo hecho de serlo, también forma parte de una narración obligada. Nuestros soldados están en el Líbano y en otros territorios en misión de paz, legitimados por organismos internacionales y formalmente integrados en la FINUL. La forma en que han sido sorprendidos está más cerca del atentado terrorista que de un acto de guerra, y tan cobarde parece su factura que incluso Hezbolá se apresuró a condenarla. El material del que disponían para sus patrullas es, al parecer, el mejor del Ejército. Y todas las informaciones apuntan a que la población civil dio muestras de relación amistosa con los soldados españoles al tomar la iniciativa de socorrerlos y hospitalizarlos. Así que, por lo que toca a los datos oficiales, todo bien. Pero incluso en esta misión hay elementos para la reflexión y la duda. Porque después de haber perdido 135 soldados y una enorme fortuna en las misiones exteriores iniciadas con la Guerra del Golfo, tenemos que preguntarnos con toda sinceridad si es justo y correcto ir de misioneros armados a conflictos que no controlamos, con aliados que juegan al militarismo constructivo, y metiéndonos en hogueras que se apagan por un lado y se insuflan por el otro. No soy partidario de retiradas precipitadas, como la de Irak, y tampoco creo en el pacifismo benéfico que condena las guerras sin analizarlas ni distinguirlas. Pero cada vez es más evidente que las guerras que rodean Oriente Medio, desde Afganistán a Palestina, responden a un plan «de otros» que Europa, la Otan y España están soportando y legitimando sin tener voz ni voto en sus controles. Y por eso está claro que, sin dejar de ser institucionales y buenos aliados, también hay que empezar a preguntar quién y por qué empieza las guerras y quién y cuándo las termina. Porque por mucho que alambiquemos los análisis, nadie puede negar que estamos entrando, por cuenta ajena, en un juego muy macabro.