EL RINCÓN
De permiso
MUY BIEN puede pasar, aunque sería muy malo que ocurriera, que al lado de cualquier persona decente que estuviese tomándose una copita en el bar se acomodaran, con la misma sana intención, el señor De Juana Chaos y don Javier Rosado, el homicida del «crimen del rol». Uno mataba creyendo que sus tesis políticas iban a verse favorecidas y el otro lo hacía por gusto, pero la ley es igual para todos y ambos personajes se han visto beneficiados. ¿A quién no le gusta tener unos días de asueto? (Hablo de oídas, ya que llevo medio siglo largo sin disfrutar de ninguno. Claro que en mi caso sería, en vez de disfrutar, padecer del descanso. Soy como aquel cartero que en el día de fiesta se dedicaba a dar un largo paseo). El autor del crimen del rol practicaba hasta las últimas consecuencias el juego de la oca, que terminaba en la muerte del cisne. Elegía a alguien, sin necesidad de que le cayera antipático, y se lo cargaba. Cuestión de azar, que es más influyente en la vida de cualquiera que el destino y que el carácter. El desinteresado asesino fue condenado a 42 años, pero ya sabemos cómo es esa aritmética penal: se redujeron a 20 para los condenados a más de 30. Luego vinieron los beneficios penitenciarios. Total, que le quedan sólo dos años y medio para poder seguir jugando. Mientras, el psicópata, que aspira a obtener el tercer grado ya ha obtenido 19 permisos. Matar cansa y estas personas tienen derecho a coger fuerzas y reponerse de sus trabajos. Más que nada para poder llevar sus ropas al tinte, ya que la sangre de sus víctimas siempre les salpica algo. Lástima que no haya también un plazo para que cese el dolor de las familias de los asesinados. Por unas cosas o por otras, el caso es que hay que aplicar el Código. Blanda Ley, pero es la Ley.