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Publicado por
EDUARDO CHAMORRO
León

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GRAN BRETAÑA ha sido, y sigue siendo, un país excéntrico con una dosis de extravagancia muy meditada. Esas modalidades del carácter son maneras de gestionar la relación con uno mismo, desde la sinceridad ante el enigma que somos o mediante la exhibición del anhelo de espectacularidad que nos resulte más propio. De una manera u otra, son también herramientas para la disciplina de espíritu y la caución del libre albedrío, así como vasos comunicantes de la personalidad británica y de su política. Así, por ejemplo, Gran Bretaña supo en su momento dar por buena la autoridad de un primer ministro tan judío como Disraeli. Pero jamás se ha permitido la extravagancia de un primer ministro católico que, por católico, siempre habría puesto al Papa de Roma por delante de la reina de Inglaterra. Tony Blair, que de tantas cosas ha sabido hacer prestidigitación, se ha cuidado muchísimo, sin embargo, de hacer públicas sus convicciones católicas hasta que puso en manos de Gordon Brown sus condiciones políticas o lo que quede de ellas. Pero el espectáculo de ese paso de baile entre religión y política no acaba ahí, y si acaba es sólo para dar comienzo al que Gordon Brown está dispuesto a desplegar. Gordon Brown es hijo de un pastor presbiteriano, rama del luteranismo bastante más dura que el anglicanismo, y no perdió un minuto en hacerlo presente ante los dos mil representantes laboristas reunidos en Mánchester para ver cómo el primer ministro saliente y el entrante se estrechaban la mano quedándose cada cual con sus anillos. Y a continuación se puso en plan presbiteriano: «El deber, la honestidad, el trabajo duro, la familia y el respeto a los demás son los valores con los que crecí y son también los valores del partido que dirijo, un partido que más que una serie de políticas debe tener un alma». Si el líder de un partido político español dijera algo semejante lo correría a gorrazos por todo el auditorio. Una vez dicho lo dicho, Brown salió a la búsqueda de almas que quisieran instalarse en su Gobierno. Fue su primer revés, quizás porque no es Sarkozy, o tal vez porque lo intentó con unas tan esquinadas como la de Paddy Ashdown, ex líder de los liberal demócratas, y la de sir Jon Stevens, ex jefe de Scotland Yard. Con un 39% frente al 36% de los conservadores y el 15% de los liberal demócratas, da la impresión de que Brown tendrá que moverse por ahora en el centro izquierda representado por la vicelíder del partido, Harriet Hartman, que no es ni mucho menos la peor de las opciones, pues ha dejado en la cuneta tanto al candidato del ala blairita , como a Hillary Benn, representante de lo que sea que quede de aquella línea radical, combativa y casi al soviético modo que fue la de su padre, Tony Benn, un hombre con el alma acorazada.

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