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DESDE LA CORTE

Rato agita las aguas conservadoras

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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DENTRO de tres meses, Rodrigo Rato estará en España. Vendrá de uno de los puestos más codiciados e influyentes del mundo, el de director gerente del Fondo Monetario Internacional. Vendrá, por tanto, como un triunfador. Su ya excelente imagen está engrandecida, después de ingresar en el reducido club de los «españoles universales». En los ambientes políticos de la capital, el retorno ha sido recibido con ebullición. Portavoces socialistas lo celebraron como algo que «mete emoción en la vida del Partido Popular». Cierto. Pero antes déjenme decir que Rato habló con gente en las últimas horas. Y no hay ninguna intención política en su abandono del FMI. Al revés: él lo presenta como la difícil decisión de un hombre que se enfrenta a problemas personales y familiares. Entre ellas, la educación de sus hijos. Si esto es cierto, y no tengo razón para dudarlo, nos encontramos ante la otra cara del hombre público: la cara del poderoso que, después de revisar la economía mundial o hablar con algún jefe de estado, vuelve a su apartamento de Washington y se encuentra con sus obligaciones de padre. Pone en un platillo de la balanza el poder y la gloria, y en el otro su intimidad, y opta por lo más suyo. Lo que ocurre es que Rodrigo Rato no es un señor importante sólo por el cargo que deja. Ha sido un líder deseado por una parte de la derecha. Ha sido «el otro» aspirante a la sucesión de Aznar, que al final optó por Rajoy. La derecha que perdió las elecciones de 2.004 siempre tuvo una duda íntima: ¿se hubiera perdido igual con Rato? Don Rodrigo tenía a su favor haber sido el ministro que se había opuesto a la guerra de Irak y a la foto de las Azores. Se le tuvo siempre por el único dirigente del PP que podía haber roto con la peor imagen del aznarismo, al tiempo que representaba la mejor, que era la gestión económica. Esa percepción la dibujaba ayer mismo el señor Durán i Lleida en una entrevista en la radio: «Pudo haber sido un excelente presidente del gobierno». Esta mañana, Mariano Rajoy madrugará a ver cómo reciben los periódicos este retorno. Querrá saber, sencillamente, si alguien lo presenta como el sustituto. Yo le diría: tranquilo a medias, don Mariano. Tranquilo, porque Rodrigo Rato no es hombre que venga a meterse en la carrera a La Moncloa por la puerta de atrás. Pero sólo a medias, porque el Partido Socialista ya se encargará de agitar la duda, y el morbo periodístico la convertirá en argumento de crónica. Y, después de todo, Rato puede ser una importante ayuda para el PP. Sólo se requiere que empiece a haber declaraciones a favor de Rajoy. O algo más fácil todavía: que el PP lo presente como el hombre recuperado para dirigir la economía nacional.