EL BALCÓN DEL PUEBLO
Gracias, Salvador
EL PRESIDENTE del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha vuelto a sorprender con cambios en el Ejecutivo. Unos cambios que significan la salida de los ministros más desgastados y la entrada de personalidades tan brillantes como Bernat Soria y César Antonio Molina, con la declarada intención de finalizar, tranquila y eficazmente, esta legislatura y preparar, desde ya, la siguiente. Mientras tanto, Mariano Rajoy , que no se ha recuperado del castigo sufrido en el debate sobre el estado de la Nación, sigue como un disco rayado hablando de las actas de unas negociaciones que parecen haberse convertido en su único tema político. Nada de lo que les preocupa actualmente a los españoles. Pero ya habrá más días para chequear la política nacional. Hoy es obligado y gozoso felicitar a Salvador Gutiérrez Ordóñez por su ingreso en la Real Academia Española de la Lengua. Hace pocos meses, desde este mismo balcón, cuando ganó la votación pero se quedó a un sólo apoyo de la mayoría necesaria, ya pronostiqué que Salvador, más pronto que tarde, ingresaría en la Real Academia de la Lengua, en ese selecto club que los franceses denominan «de los inmortales». Salvador Gutiérrez es un profesor muy querido y admirado por sus alumnos, como recordaba hace una semana en su columna Luis Artigue. También es un agente cultural de primer orden como patrono de la Fundación Sierra Pambley. Así mismo, es un extraordinario investigador, quizá su principal actividad, con cerca de veinte libros publicados sobre los aspectos más innovadores de la Lingüística actual. Así lo ha recocido la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, donde cada verano imparte su magisterio en los cursos del palacio de La Magdalena de Santander. Salvador ya había sido reconocido por la poderosa industria del idioma español. Desde hace años, una de las más potentes editoriales le encargó, a él y a su equipo, la redacción de los libros de texto que estudian decenas de miles de alumnos de Bachillerato. En España y en otros muchos países. Ahora, con la entrada en la Real Academia, se culmina el reconocimiento a la valía y a la aturoridad científica de este catedrático de la Universidad de León. Pero lo que debe destacarse hoy también es que, además de lo voceado, Salvador Gutiérrez es una buena persona, dicho sea en el sentido machadiano de la palabra «bueno». Algo que no es frecuente en un mundillo universitario en el que abundan la soberbia, la envidia, la mezquindad y los celos. Salvador hace mucho tiempo que pudo marcharse, quemar sus naves y construirlas más frágiles y duras en otras latitudes. Y, sin embargo, decidió vivir en León, desde donde respira el perfume de su Asturias natal. Aquí lleva veinticuatro años. Decidió formar equipo y crear escuela en esta universidad. Eso es algo que debe reconocérsele. En primer lugar, porque prestigia a la Facultad de Filosofía y Letras, pero de rebote, al conjunto de la institución académica leonesa. Por eso yo creo que somos muchos en León los que le decimos públicamente: Gracias, Salvador.