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Publicado por
FEDERICO FERNÁNDEZ DE BUJÁN
León

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SE COMENTA que Gordon Brown, el nuevo premier británico, está preocupado por si se le considera demasiado viejo. Tiene 56 años. Tony Blair, con un año más, ha dejado el cargo después de ser elegido en 1997, con sólo 47 años. La preocupación de Brown, candidato laborista, se acrecienta al presentarse a las elecciones, frente a David Camero del partido conservador, que acaba de alcanzar la cuarentena. Si observamos el panorama europeo la mayoría de los líderes no sobrepasan los 55 años. Ciertamente, los políticos se han convertido, en parte, en objeto de consumo. Los líderes son también bienes consumibles por los electores. Y el sino de los tiempos, tal como lo representa la publicidad, que nos inunda, invade, acosa y abruma, propicia el «culto a la juventud» al margen de cualquier consideración. Es decir, la juventud, en si misma, sin que sea acompañada de sus virtualidades propias: energía, iniciativa, capacidad de trabajo, ilusión, imaginación. No obstante, entiendo que las altas esferas de la vida política requieren asimismo: experiencia, serenidad y sólida formación intelectual. Es hoy demasiado compleja la administración y la tutela del interés público. Por ello no son óptimos aquellos políticos que, por demasiado jóvenes, no sepan ni qué cambiar, ni cómo hacerlo; ni demasiado mayores que, por serlo, no sean capaces de llevar a la práctica cualquier tentativo de cambio. A mi parecer, en las actuales condiciones de plenitud de vital, la década prodigiosa para asumir la más alta responsabilidad de gobierno se situaría entre los 55 y los 65 años. Salvando excepciones podría decirse: antes, quizás pueden ser un tanto inexpertos para saber lo que debe cambiarse; después, quizás un tanto reacios para decidirse a cambiarlo.