Diario de León
Publicado por
RAMÓN IRIGOYEN
León

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LAS CANCIONES de los más variados géneros, salvo el heavy metal, que tiene el corazón envuelto en esparto, siempre han trinado que no hay nada como el amor de una madre. La madre ama a sus hijos, se ocupa de criarlos, y los apoya en todas las circunstancias. Si un hijo da un mal paso y acaba en la cárcel, ahí está la madre que lo irá a visitar y le llevará unos exquisitos bocadillos de tortilla con patatas y una lima, de postre, por si la fruta puede hacer mella en los barrotes de la celda. En cambio, hasta hace cuatro días, el padre estaba siempre ausente y era tan autoritario como el esqueleto de Hitler. Por fortuna, el estudio de la Fundación BBVA Los hombres jóvenes y la paternidad, elaborado por las sociólogas Inés Alberdi y Pilar Escario, nos trae buenas noticias. Los hombres empiezan a vivir una paternidad con mayor expresión afectiva: por fin son capaces de acariciar y besar a sus hijos sin que se les infecten las manos o los labios. Los padres asisten a los partos - una asistencia, por cierto, que, en principio debe ser deseada por la madre y autorizada por los médicos -, juegan con sus hijos y se implican más que las generaciones anteriores en la crianza y educación de los niños. Y ¿qué ocurre en el mundo laboral con los trabajadores que tienen hijos? Ahí ya las cosas se complican. Con las excepciones que no cuentan, a las empresas se las lleva el diablo ya cuando las madres piden reducciones de jornada y bajas posparto. Si esas reducciones y bajas las pide el padre, las empresas le llaman al padre directamente degenerado porque es para él una prioridad dedicar tiempo a los hijos y cuidarlos en detrimento del trabajo. El estudio nos cuenta que hasta ahora sólo la madre sacrificaba oportunidades laborales por la crianza de los hijos. Pero por fin algunos padres han descubierto que atender a los hijos puede ser un placer supremo. El amor a los hijos genera también mejores relaciones afectivas en el ámbito laboral o en el ámbito del comercio cuando uno va a hacer la compra. El amor coincide con el aire en que, por ser ambos gratuitos, carecen de la altísima valoración personal y social que se merecen. 1397124194

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