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Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS
León

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A LOS socialistas navarros ya no les queda más alternativa que dejar gobernar a UPN, evitar la sensación de obstruccionismo y dejar que la política de la comunidad foral se juegue entre la derecha que clama contra la ruptura de España y la venta de Navarra, y el nacionalismo maximalista de Nafarroa Bai, que está llamada a convertirse en la alternativa real frente a los populares. Es lo mismo, mutatis mutandis, que hizo Simancas en Madrid, que también se empeñó en demostrar que, entre las prisas por llegar al poder y el vértigo que produce la confrontación abierta con el PP, ningún partido derrocha tanta confianza como la que los españoles le hemos entregado al PSOE. En términos teóricos, el PSN-PSOE tiene otras dos alternativas, que tanto podrían llevarle a asfixiar un Gobierno minoritario de UPN como a forzar la convocatoria de nuevas elecciones. Pero la dura realidad es que ninguna de esas soluciones le llevaría al éxito. La primera, porque el PSOE ya no es el líder de la oposición, como lo era mientras negociaba, y la segunda, porque si ahora se convocasen nuevas elecciones no podrían evitar que retornase a UPN -como sucedió en Madrid- la mayoría absoluta. La razón de este desaguisado es la misma que se repite en todas partes y en todas las circunstancias complejas en las que interviene el PSOE, que, teniendo una gran habilidad estratégica para negociar parcelas y regatear en corto, se manifiesta absolutamente incapaz de elaborar un discurso que le libere del complejo moral con el que actúan frente al PP de Acebes, Zaplana y Rajoy. Lo que de verdad quería Zapatero era gobernar Navarra, y por eso encargó una negociación habilidosa con Nafarroa Bai que, pasando por encima de las precipitadas declaraciones que hizo José Blanco en la noche electoral, podían llevar a un socialista a la cabeza del Ejecutivo foral. Pero, al mismo tiempo que hizo ese encargo, empezó a competir con el PP en la criminalización de su socio necesario, dejándose llevar por la maniquea visión política del PP, y aceptando que acercarse a Nafarroa Bai es lo mismo que aliarse con ETA, vender Navarra, traicionar a la democracia y jurar en arameo. El resultado es que la coalición necesaria se hizo imposible, y que unas nuevas elecciones convertirían al PSOE en el enemigo a batir por las dos partes: por UPN, porque son vencedores morales de la batalla y dueños naturales del discurso adoptado, y por la oposición, porque han frustrado la oportunidad de cambio que el electorado les dio in extremis. Así que, si Dios no lo remedia, el PSOE se irá por mucho tiempo a la oposición de Navarra. Por indeciso. Por contradictorio. Por creer que la política se puede hacer con habilidad y sin discurso. Y porque no aprenden nada de sus errores.

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