Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LO TENGO frente a mi terraza y está como un plato, que suele decir la gente, o sea, que parece que nunca ha roto un plato en su agitada y serena vida. El Mediterráneo, según la denuncia de Greenpeace, soporta anualmente seis millones de toneladas de basura. Entre el 60 y el 80 por ciento de los vertidos son fragmentos de plásticos que dañan los ecosistemas. Las aguas de este mar femenino, que dijo Ludving, son las más contaminadas del planeta. Por vez primera en la historia existe el riesgo de que el mar pueda morir ahogado. Tendrá un cierto cabreo el padre Homero. Donde antes flotaban hexámetros hay ahora preservativos. El mar de la cultura, poblado por sirenas y vasijas, se ha convertido en un basurero. Uno de sus biógrafos, Fernand Braudel, nos explicó su conducta desde Gibraltar, que es un pasillo de agua salada, hasta el istmo de Suez y el mar Rojo, escoltado por «guirnaldas de montañas» y patrias autónomas, en épocas donde el Adriático era propiedad de los dux de Venecia. ¿Cómo hemos podido descuidarlo tanto? Ahora los científicos nos cuentan que tiene menos agua en verano pero aumenta su nivel. Una misión de la Nasa nos hace saber que su temperatura crece cada año. De seguir así las nereidas más pudorosas abandonarán sus bikinis y Neptuno irá en pelota picada. Los sabios no le auguran un buen porvenir al mar eterno. Hubo un tiempo, aproximadamente feliz para quien esto escribe, en el que la temperatura del mar en los Baños del Carmen la averiguaba un bañista llamado Pedro, metiendo un pie en el rebalaje. Figuraba luego en una pizarra, a la entrada. Había que ser un niño para creerse esas cosas. También para creerse que el mar y nuestra alma son dos cosas inmortales, aunque pasen por malos trances.

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