DESDE LA CORTE
El PP se desangra por el centro
EL JUEVES fue un día muy triste para Mariano Rajoy. Por segunda vez, Josep Piqué le presentaba su dimisión, pero ahora con un calificativo: irrevocable. Rajoy, que tiene un fino instinto para adivinar lo que esa dimisión significa, sabe lo que le viene encima: una oleada de opinión que dará por sepultada la apertura al centro, que dará por triunfante la línea dura conservadora y que presentará al PP sumido en una crisis de identidad. Josep Piqué es la segunda baja importante en menos de un mes. La anterior había sido la de Jaume Matas en Baleares. Y, aunque no existe relación ideológica entre ambas, se debilita el flanco más dialogante. ¿Qué ha ocurrido? El martes estuvo Ángel Acebes en Barcelona. D ijo que iba a «electoralizar» el partido. Puso dos nombres al frente del aparato. Piqué los aceptó, entre otras razones porque Acebes iba revestido de toda la autoridad: «A quien no le guste, que se vaya a casa». La crisis estalló al publicarse que esos nombres eran una gestora paralela y un golpe de mano de la dirección del PP. ¿Son ésas las intenciones?, le preguntó Piqué a Rajoy, y el presidente no se lo pudo desmentir. El mero hecho de la imposición de esos nombres era una desautorización de Piqué; pero lo que precipitó su dimisión fue que, además, se presentara de esa forma a la opinión. Así las cosas, a Piqué no le quedaba más remedio que dimitir y arrastrar consigo un nombre más: su número dos, Francesc Vendrell. Más allá del hecho concreto, están las lecturas y las consecuencias políticas. Piqué no consiguió buenos resultados en las elecciones, es cierto. Por esa razón se la tenían jurada el sector de Vidal Cuadras y una parte de la dirección nacional, visible en los nombres de Acebes y Zaplana. Esos son, por tanto, los ganadores de la crisis, y la consecuencia es que el PP se pone a sangrar por su centro político. Sólo tengo una duda: ¿por qué Rajoy, a diferencia de la ocasión anterior, no quiso o no pudo detener la dimisión? Puede ser porque no quiso desautorizar a Acebes, que al fin y al cabo es el hombre fuerte y secretario ge neral. O puede que haya llegado también a la conclusión de que Piqué no era el hombre para superar los niveles electorales de Cataluña. Sea cual sea la explicación, el resultado del terremoto es que se impone Acebes y su autoridad de secretario general; que queda sometida a revisión la promesa de girar el partido a posiciones menos nostálgicas del pasado; que se pierde a un hombre que aportó mucha intelige ncia, mucha capacidad de diálogo e incluso la crítica interna a la guerra de Irak o a los monotemas del 11-M y el terrorismo como argumento de oposición. De la fachada centrista sólo quedan dos nombres: Gallardón y Núñ ez Feijoo.