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CRÓNICAS BERCIANAS

Los caballeros del Grial

Ponferrada

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DE TODOS los caballeros de la Tabla Redonda, Perceval fue el elegido para encontrar el Santo Grial por su pureza de corazón. Cuenta la tradición artúrica que el cáliz sagrado de la Última Cena, el recipiente donde José de Arimatea recogió la sangre de Cristo en la Crucifixión, llegó a las Islas Británicas en el equipaje del rico comerciante judío y desapareció bajo los escombros de la capilla de Glastonbury. La leyenda más extendida sobre el Grial no es sin embargo, la de mayor rigor histórico y se pueden contar hasta media docena de cálices repartidos por el mundo con sus correspondientes historias. De entre todos, el que más credibilidad merece para la Iglesia es una copa en piedra de ágata que se guarda en la catedral de Valencia y que fue usada por Juan Pablo II para celebrar la Eucaristía durante su visita de 1982. Pero nunca ha habido un pronunciamiento oficial que descarte nada. Así que no está tan desencaminada la escenificación de las fiestas de la Noche Templaria que cada año convierten al castillo de Ponferrada en la guarida del Santo Grial, y hasta del Arca de la Alianza, con la llegada del solsticio del verano. El Grial de Ponferrada es como el santo de San Dimas de Los jueves, milagro , la sátira de Luis García Berlanga que cuenta la historia de un pueblo donde se inventan una aparición como las de Lourdes o de Fátima para relanzar el turismo. A Ponferrada, el invento del Grial, en los tiempos de las novelas de Dan Brown y Peter Berling, le está saliendo tan bien como a las fuerzas vivas de Fuentecilla, donde ni siquiera se detenía el tren antes del milagro de San Dimas. Y aunque las visitas a Las Edades del Hombre no acaben de despegar y el tiempo nuboso no acompañe del todo, la ciudad ha estado estos días llena de turistas, y las fiestas de corte medieval, con o sin Grial de por medio, se extienden y se consolidan en otros lugares de la comarca como Bembibre. Allí aprovechan la estela de otro novelista famoso, al menos por estos lares, como Enrique Gil y Carrasco, para escenificar una fiesta en torno a los amores de Álvaro Yáñez y Beatriz de Osorio, que tanta huella han dejado en la imaginación de los bercianos. El riesgo de tanto cruzado y tanto templario revuelto es, sin embargo, que al final conviertan la oferta turística del Bierzo en un relato de cartón piedra y los encantos naturales de la comarca, que bien pudieran quedar simbolizados en la muestra de Las Edades, queden en un segundo plano. Que los muros nuevos del Castillo de los Templarios, con auditorio y cafetería, acaben soslayando las piedras viejas, las auténticas que se han conservado, como está sucediéndole al Grial de Valencia, orillado por el argumento del Código Da Vinci. Y es que el Bierzo no es Camelot, aunque nuestros políticos, sobre todo, sigan buscando su Perceval. Está semana, los socialistas cerraban filas para elegir por unanimidad a su nuevo paladín para el Consejo Comarcal y todo eran elogios para José Luis Ramón, alcalde de Cubillos que viene con el aval de sus buenas relaciones con las administraciones del Partido Popular. Si no consiguiera llevar al Consejo a su Grial particular, les sobra imaginación a los socialistas para inventarse un milagro.