Diario de León
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MANUEL ALCÁNTARA
León

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LA TEORÍA de don Juan Tenorio de que con oro no hay nada que falle abarca también a los jueces de Los Ángeles: no podía fallar el multitudinario caso de los abusos sexuales de los sacerdotes. Los culpables tendrán que esperar al Juicio Final. Para evitar el que estaba pendiente, aunque haya que aguardar más, la archidiócesis de esa ciudad acordó pagar casi 500 millones de euros. Un récord. La táctica usual en estos casos ha venido siendo la ocultación, pero ya estamos en los tiempos en los que prohibir que se divulgaran ciertos hechos equivalía a que no hubiesen sucedido. Los órganos superiores de la jerarquía eclesiástica, con el propósito de evitar el escándalo, trasladaban a otro sitio a los curas pederastas, pero ahora la estrategia ha sido imposible. El Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Monteiro, ha asegurado que «esa lacra también se da en otras instituciones». Es verdad. Contra los impulsos naturales, que incluyen los llamados antinaturales, es muy difícil luchar. En lo que exagera el embajador de la Santa Sede en España es en acusar «a los medios» de ensañamiento con la Iglesia. No ha habido ensañamiento, sino conocimiento. Nadie ignora que hay sacerdotes buenísimos que cumplen su abnegada tarea y observan su difícil reglamento. Lo que no puede desconocer el respetable monseñor es que el escándalo de los curas cacorros constituye más noticia, en argot periodístico, que si el mismo delito se hubiera dado en un gimnasio. Lo que sí se ha producido es algún asombro ante la plusmarca de la cifra con la que se intenta compensar a las víctimas de los abusos sexuales, de la que se llevarán el 40 por ciento los abogados de los denunciantes. De ensañamiento nada. Lo diga quien lo diga. Aunque lo diga el Nuncio.

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