Diario de León
Publicado por
PEDRO ARIAS VEIRA
León

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LA CENSURA ya no puede ejercitarse como en el pasado. Los nuevos censores están resultando algo arcaicos, desconocen la inviabilidad y consecuencias de la prohibición pura y dura. Como la que ha montado la fiscalía con la revista satírica El Jueves ; más que un ataque al humor libre se ha convertido en una gigantesca operación de publicidad para la libre contestación. Nunca había logrado ser primera página de los grandes rotativos de prensa, gozar de reportajes televisivos en los informativos de máxima audiencia, ni estar de boca en boca para sibilino regocijo de los nostálgicos así como llenar de razón a los que diagnostican la situación actual como una creciente pérdida de libertades. La vieja censura no se andaba con chiquitas; multa que te crió y cierre de la publicación; agujero financiero y a la peligrosa clandestinidad. Hoy censurar es publicitar gratis, dar ideas a la audacia provocadora, premiar el ingenio y fomentar la emulación crítica. Una medida bumerang, de resultados completamente opuestos a los que se pretendía. Siendo así y pareciendo tan evidente la consecuencia de la prohibición, resulta incomprensible la adopción de tal me dida. El brazo fiscal del gobierno debería haberlo previsto, es francamente extraño que no haya anticipado las reacciones. Claro que igual lo eran y se barajaron segundas intenciones; vaya usted a saber. Porque El Jueves si bien revista amena e ingeniosa, es de difusión minoritaria, con muy limitada capacidad para influir en el honor de nadie, mucho menos en el de La Corona. Nada electoralmente sustancioso se perdía con su salida natural a la calle. Si con la prohibición se pretendiera una maniobra de distracción de las atenciones del respetable, tampoco se entiende muy bien. En sí misma, además de dejar cuestionado el talante librepensador del gobierno, revela confusión y torpeza. Una pérdida de imagen que ningún campo temático de la actualidad semeja ocasionar con la misma profundidad. Que el PP se renueve en Cataluña para intentar ganar competitividad era algo anticipable, cantado; que ETA anda aterrorizando virtualmente para sostener la tensión -ojalá no lo remate realmente- también es de dominio general. Que subirán los carburantes, la vivienda y el índice del coste de la vida, son cosas que se perciben por el inapelable descenso del poder adquisitivo. No se ve tampoco la motivación. Mucho menos hacer un favor a la Casa Real, que hubiera quedado mejor encajando la sátira; ahora se le ha vertido un manto de sospecha. En fin, los caminos del poder son insondables: pero a falta de claridad apréndase de la historia; recuérdense la enseñanza fundamental de Mayo del 68: prohibido prohibir. De no seguir esa sabia iconoclastia podrían llegar las más imprevistas consecuencias.

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