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TRIBUNA

España: Hacia el suicidio demográfico Se les llena la boca de alta tensión

Publicado por
MANUEL ÁNGEL MORALES ESCUDERO JESÚS DÍEZ FERNÁNDEZ
León

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ME DECÍA recientemetne en Madrid el periodista canadiense Mark Steyn que España es un caso único en la historia del mundo. En efecto, nunca antes hubo un país ni antes ni en la actualidad con un crecimiento demográfico tan desastroso, actualmente, 1,3 hijos por mujer- gracias a la aportación de los inmigrantes-. En palabras de Steyn, Europa, y más concretamente España, camina hacia el suicidio demográfico. Por el contrario, las familias musulmanas, por poner un ejemplo, presentan tasas hasta cinco veces superiores a las de los españoles. En el mundo, Europa es una isla en materia demográfica. En Arabia Saudí una mujer tiene una media de once hijos y en Somalia, de sie te. Las consecuencias están ahí. El punto débil de la economía española es, precisamente, la demografía. En tan sólo tres generaciones, y de seguir así la actual evolución de la población, las personas inmigrantes y sus descendientes serán mayoritarios frente a los oriundos del país. Es fácil decir que en la tercera generación, ya no serán inmigrantes sino españoles. Y eso será así, por lo menos desde el punto de vista legal. Pero la abismal diferencia que separa la mentalidad musulmana de la de cualquier occidental hará que no se produzca esta integración. El ejemplo, lo tenemos en Francia. La primera y segunda generación han conocido el país de origen o por lo menos, se les ha hablado de él. Conservando sus raíces se sienten algo en el mundo. La tercera generación no. Ésta no ha conocido más que una sociedad que no habrá sido capaz de integrarlos como no se integra el agua y el aceite por más que se la agite. Y la respuesta, al menos en Francia, fue la que fue. La demografía ha sido utilizada como un arma en más de una ocasión. Así ocurrió en Chechenia, en la antigua Yugoslavia y ocurre actualmente: es la llamada «arma de los pobres», como en Oriente medio, donde se incita al crecimiento demográfico por los principales líderes palestinos como instrumento para luchar contra un enemigo, Israel, más poderoso tecnológica, militar y económicamente. ¿Cuál es la solución? Como nos señalaba hoy el antropólogo Mikel Azurmendi, no es otra que la asunción de nuestros valores y de nuestra forma de vida por los inmigrantes, por lo menos en las formas. No es algo teórico. El presidente Sarkozy lo acaba de aprobar para Francia. Para lograr el arraigo en el país galo se habrá de conocer el francés. No se podrá proceder al reagrupamiento familiar si no se demuestra que se posee un piso (alquiler o compra). Se jurará la Constitución francesa. No habrá discriminación positiva sino igualdad de oportunidades. Sin embargo, en España, nuestro iluminado Presidente, pendiente del regate en corto y del plazo perentorio, no se entera. La política familiar se reduce a una dádiva que saca de los bolsillos de los españoles -2.500 euros de «regalo»-, medida desconexa de un verdadero Plan de protección a la familia y se concatena, paradójicamente, con leyes que promueven la separación de las familias. Se practica la demagogia más descarnada para un electorado ávido de espectáculo y profundamente ignorante, educado bajo un sistema educativo claramente mediocre. España camina con paso firme hacia el suicidio. En la voluntad de los españoles está el hacer algo para remediarlo. O eso o acabar como país en tres generaciones. Se les llena la boca de palabras y las sueltan sin ton ni son y al que le caen encima lo muelen a palos, lo destrozan ¿Cómo te revuelves contra ellos? ¿Y a ver cómo te escabulles, si el monte está lleno de lazos? Son frases que le oí decir muchas veces a mi abuelo. Un labrador que amaba la tierra, que la trabajaba para recibir de ella el sustento para él y los suyos. Él la respetaba sobremanera, por eso, pero también por otras razones que ahora se denominan con palabras y conceptos, como: Medio ambiente, cambio climático, radioactividad, minimizar el efecto ambiental, emisiones de CO2 a la atmósfera. Para él, descreído de políticos y de mandamases, la tierra que araba, que sembraba, los montes de robles y encinales, de urces y hayedos, en los que pasaba jornadas enteras cuidando el rebaño, eran un bien preciado; como una mujer preñada a la que había que cuidar y respetar, para recibir de ella los dones y los bienes que necesitaban los seres humanos que poblaban los altos valles leoneses. Son sentencias y sabidurías que le oía contar, mientras escuchábamos el aparato de radio en las largas noches del invierno, y acercábamos temerosos los dedos de las manos llenos de sabañones, a la lumbre de la hornilla. La abuela giraba la rueca haciendo de los vellones de lana caídos a nuestros pies, un filandón blanco. Eran tan largos los hilvanes que alcanzaban las manos de la nieve caída, y parecía que el túnel de la noche se fuera derritiendo en las palabras y en las historias contadas. Eran otros tiempos, otro régimen el que mandaba, otras maneras, otros talantes. A los utópicos, a la gente de a pie, a los bienpensantes, nos lo ponen difícil ahora, algunos mandamases de uno y otro signo cuando detentan el poder. También algún presidente del emporio de la alta tensión, cuando se les llena la boca de palabras y las sueltan sin ton ni son, siempre para el beneplácito económico de los principales accionistas. Y al que le cae encima, le muelen a palos y le arruinan, en este caso la Vida con mayúsculas. Un tendido de alta tensión como el de Lada - Velilla, dañaría no sólo el rostro de nuestra memoria, sino lo único que queda en pie de la montaña leonesa y que ha sido declarado por la UNESCO, como Reserva Natural de la Biosfera. Es decir, que dañaría lo único que nos queda para sobrevivir con dignidad. Mis antepasados han sido labriegos en el valle del Curueño, abuelos, padres, vecinos que me rodearon en el pueblo de Sopeña. Yo mismo, siento con orgullo haber realizado desde niño, las tareas de una cultura rural de respeto por todo lo que significa vida. Respetar la tierra, a los que la habitan, a los que la trabajan, a los que quieren seguir disfrutándola en su riqueza de flora y fauna, de montañas inigualables al margen de progresos innecesarios, ya que los 70.000,. megavatios que quieren que nos pongan los pelos de punta, no se corresponden con los 40.000,. demandados o necesitados. Nos oponemos al tendido de alta tensión, los que no queremos pasar del olvido en el que se nos ha tenido, al avasallamiento y a la desaparición total. Nos oponemos a que cada monstruo o mega-poste colocado, sea como los trotes del caballo de Atila moderno, que nos revienten el paisaje y el ecosistema natural, del que hemos disfrutado y queremos que sigan disfrutando nuestros hijos, o simplemente, cada viajero que se acerque para escuchar las antífonas de un río: el Curueño. O el canto del último urogallo, que es el canto de la Vida. O contemplar las truchas en aguas transparentes, y que no se perjudique algo que para algunos habitantes del Valle forma parte de su economía, como son la crianza de los gallos de pluma de río. Nos oponemos a las especulaciones ajenas, porque somos partidarios de la vida y de la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Sabemos, que los daños producidos por este tipo de autopistas de alta tensión, son muy graves en la salud de los seres humanos que están en poblaciones próximas a ellas. Se les llena la boca de alta tensión, y con toda esa infraestructura nos quieren moler a palos y destrozar el paisaje ¿Y a ver cómo nos escabullimos, si el monte está lleno de lazos y de trampas? También aquí y ahora. De nuevo soplan vientos fuertes. Que cada cual atienda su fuego, que no nos lo apaguen, porque en él es, en el que nos podemos calentar todos. Los inviernos son duros y no se los come el lobo, aparecen cuando menos lo piensas, o no te lo esperas.