Diario de León

DESDE LA CORTE

Gobierno e Iglesia bordean el conflicto

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FERNANDO ÓNEGA
León

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ALGÚN día estallará una guerra religiosa de verdad entre la Iglesia Católica y el Gobierno. Ambas partes la están rondando. A veces recuerdan a esos países vecinos cuyos ejércitos hacen incursiones bélicas en el territorio limítrofe para provocar, medir fuerzas o probar la capacidad de aguante. Nunca terminan por declarar el conflicto, pero viven en situación prebélica. Con los miembros del gobierno y los obispos ocurre algo parecido. Siempre hay una disculpa para hacer una incursión por territorio vecino. Cuando no es por los matrimonios de homosexuales, es por el laicismo. Y cuando no es por nada de eso, es, como ahora, por la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Rodríguez Zapatero situó el nuevo debate en un terreno casi teológico, al proclamar que «ninguna fe se puede imponer a las leyes de la democracia». Le respondió el presidente de los obispos, monseñor Blázquez, recordando que el Papa dijo que la fe nunca se impone, y remató monseñor Cañizares: «tampoco el laicismo puede estar por encima de la ley». Ya tenemos la discusión situada en el terreno de los principios. Parece que, en vez de discutir de una asignatura, han vuelto a las polémicas sobre el origen de la autoridad y el papel de Dios en el ordenamiento jurídico. ¿Es tan perversa esa asignatura? ¿Está justificado que los alumnos católicos y sus padres sean invitados a una actitud de rebeldía como la objeción de conciencia que tanto se predica? Creo que no. He examinado dos de los libros de mayor entidad de la asignatura, y lo único que he encontrado extraño, casi provocador, es la sugerencia de lectura del texto de un discurso de Salvador Allende, que ignoro a cuenta de qué fue seleccionado. En lo demás, no he visto nada que contradiga la doctrina cristiana. Por si mi criterio no fuese bastante válido ni representativo, lo mismo opina la Fere, que agrupa a más de sesenta mil profesores identificados a sí mismos como «Religiosos de la Enseñanza». No creo que dieran el visto bueno a lo que Mariano Rajoy llamó el «catecismo del buen socialista». Podían haber salido libros más piadosos, ciertamente. Pero no son obras pensadas para ganar el cielo, sino para hacer vulgares ciudadanos. Pero quizá sea tarde para esta reflexión. Ahora, Zapatero elevó el listón, al situarlo como una imposición de la fe y/o una ley democrática. Fe contra voluntad popular. Casi nada. Las incursiones en territorio vecino ya empiezan a utilizar los conceptos que incendian una guerra. Yo sólo digo que, al nivel que ha llegado la polémica, ya sólo queda una alternativa: o el triunfo o el fracaso de la asignatura. Ya tiene que haber vencedores y vencidos. Era lo que nos faltaba: un conflicto en nombre de la religión.

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