LA VELETA
El caso Piqué y las naranjas de Noruega
LAS NARANJAS de Noruega no existen. Y no porque los noruegos no lo hayan intentado, sino porque el contexto -el clima, la tierra y el régimen de luz- lo hacen imposible. Cuando los vikingos probaron las naranjas por primera vez, allá por el siglo X, quisieron tener sus propias plantaciones. Y empezaron a importar naranjos enraizados, de diverso origen y tamaño, que luego plantaban al abrigo de los vientos polares. Pero todos se helaban y morían antes de dar fruto. El primer impulso de los botánicos encargados de conseguir naranjas frescas para alimentar a toda la península Escandinava fue el de creer que las plantas importadas tenían algún defecto, o eran de mala calidad. Y por eso hicieron mil y un experimentos con especies y tratamientos diferentes, hasta que la conclusión fue evidente: en Noruega no habrá naranjas hasta que el norte de Europa tenga un clima mediterráneo. Y por eso siguen viniendo a España para hartarse, entre otras cosas, de cítricos recién exprimidos. Ustedes ya saben lo mucho que me gusta sacar lecciones de la historia y transmitirlas por medio de parábolas y ejemplos. Y por eso estoy convencido de que lo mismo que le pasó a los noruegos con las naranjas le pasa al PP con los políticos sabrosos y antioxidantes como Piqué, que, por más que intentan cultivarlos para alimentar al electorado de la península centrista, siempre se acaban marchitando por falta de un clima adecuado para fructificar. Siguiendo los pasos de los botánicos noruegos, los estrategas del PP también empezaron culpando a las plantas, por creer que sus fracasos se debían a la mala calidad en origen, a la errónea selección de los huertos o a los defectos detectados en el transporte de árboles tan delicados. Y por eso empezaron a importar plantas de otros partidos y sensibilidades -Piqué, Sabater, Pilar del Castillo, Juaristi y miles de ex militantes de UCD- para alimentar debidamente a los centristas. Pero el caso Piqué acaba de demostrar que, por la misma razón que no hay naranjas en Noruega, tampoco existen políticos inteligentes, razonables, abiertos y dialogantes en el PP: porque el contexto es inhóspito, el clima extremo y los vientos fríos. Los Zaplanas y los Acebes crecen como la espuma, igual que sucede en Noruega con los abetos. Pero los frutos olorosos y antioxidantes, como las naranjas, hay que ir a comerlos a otras latitudes. Y que nadie se engañe creyendo que lo de Piqué es una excepción. Mucho antes que él se ajaron árboles tan prometedores como Herrero de Miñón, Verstrynge, Hernández Mancha, Marcelino Oreja y Pimentel. E incluso a Rato y Gallardón le amarillean las hojas. Porque -¡rindámonos de una vez!- en Noruega no hay naranjas.