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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SON tantos los investigadores de las actitudes sociales de los españoles, que no pueden estar equivocados. Las encuestas son siempre reveladoras, aunque adolezcan del defecto de siempre: se nutren únicamente de quienes las contestan. Muchos españoles, cuando sondean su opinión sobre cualquier asunto, dicen que no hablarán más que en presencia de su abogado. Otros mandan a hacer puñetas al que pregunta. A pesar de eso, hay que fiarse de ellas, ya que menos da una piedra filosofal, y hay que creerlas, aunque sus resultados sean increíbles. Según la realizada, con el acostumbrado escrúpulo, por la Fundación BBVA, el mayor nivel de desconfianza lo ostentan la Iglesia Católica y las otras compañías multinacionales. ¿Por qué será? Se asegura que una ola de escepticismo nos invade, aunque no amenace con ahogarnos. El verdadero escepticismo empieza, según Ramón Gómez de la Serna, cuando dudamos si esta palabra se escribe con equis. En principio fue una doctrina de algunos filósofos griegos. Aquellos hombres que empezaron a darle vueltas a la cabeza a la sombra de las higueras llegaron a pensar que la verdad no existe o bien que el hombre es incapaz de conocerla. Ahora estamos llenos de escépticos. Los españoles, quizá debido al empacho informativo, se han desinteresado por la política, que es algo que debe interesarnos a todos. Está claro que el nombramiento de un nuevo ministro interesa menos que la contratación de un nuevo futbolista del Madrid. También parece que los primeros viernes de mes apasionan en menor medida que los primeros partidos de Liga. ¿Será verdad que somos así? Han tenido que darse muchas milagrosas conversiones al agnosticismo, sin que a nuestros compatriotas se les haya aparecido nadie en la copa de un árbol y hablándoles de tú.

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