CRÓNICAS BERCIANAS
El total es lo que cuenta
El MINISTERIO de Medio Ambiente ha lanzado este verano una campaña bajo el lema «El total es lo que cuenta» con la que pretende concienciar a la población de la relevancia de dejar abandonada una simple botella de vidrio en el monte. Un niño corre hacia su padre con el envase en alto y le recuerda ingenuo: «Papá, no hemos olvidado ésto». Y el prócer le replica displicente: «Por una no pasa nada». La botella, bajo la incidencia de los rayos del sol, acaba provocando un pavoroso incendio forestal. «El total es lo que cuenta» debería ser, sin embargo, el eslogan de una campaña del Ministerio de Administraciones Públicas o acaso de Interior a la vista de los sueldos siderales que se han apuntado los ediles de casi toda España. En Ponferrada el corregidor cobrará 64.000 euros brutos anuales y una legión de concejales 48.000 por barba. Mirado uno por uno no cabría ni alarma ni demagogia excesiva. Pero lo cierto es que las retribuciones de los corporativos autóctonos le costarán al erario municipal del orden de 600.000 euros al año. En cuatro, más de dos millones. Una cantidad con la que pongamos que se pueden ejecutar del orden de cuatro urbanizaciones a base de granito y mobiliario de alcurnia estética de las muchas que encandilan a los visitantes que recorren el casco antiguo ponferradino. O el doble de reformas algo más ramplonas, pero que dignísimas como las que han abrillantado muchos espacios de Flores o Cuatrovientos. Lo peor de todo es que en un país en el que cada día se normativiza más -algunos propugnan hasta la hora de la siesta o la de las comidas- los políticos siguen soslayando la regulación de las nóminas de los ayuntamientos. Algo i mprescindible acaso en torno al número de habitantes, al presupuesto del consistorio o que sé yo que otras relaciones más o menos racionales. Desde el prisma del administrado es indignante tanto libre albedrío como defecación inmediata sobre miles de votos aún calientes. Y sino, en periodo electoral sería conveniente que todos supiésemos cuánto nos va a costar colocar a unos y a otros en la asamblea local. Lo mismo que se promete tal o cual política presupuestaria, de obras o fiscal. Desde la óptica del «hooliganismo» político el gran coste de las retribuciones puede ser para Riesco. A muchos populares les importaría un pepino que se hubiera puesto hasta cien mil brutos. Lo que tiene airados a un buen puñado de sus votantes es que le haya regalado 48.000 del ala a Saavedra en aras de la democracia y la transparencia. Cierto que eso es lo que se estila en muchas instituciones. Pero aquí suena más como una especie de gran «narigón» dorado como el que los ganaderos colocan a sus toros entre las narices para llevarlos mansos de un lado a otro. Así lo entienden también muchos socialistas, que por cierto van listos si aún piensan ahora que su líder puede a dimitir como portavoz. ¿Lo harían ellos? Yo no. A ese precio ya pueden pasar cuatro años tronando. Porque aunque sea con otro tono, ya lo dice el eslogan: «El total es lo que cuenta» . Y sobre todo a final de mes. Pena de incendio.