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Publicado por
CÉSAR A. DE LOS RÍOS
León

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A ESTAS alturas del sistema democrático se puede afirmar que la sociedad española tiene plena conciencia de la perversión de la Ley Electoral, pero con la misma rotundidad también se puede -y se debe- decir que el comportamiento de ésta ante las urnas es escasamente responsable. Más aún, irresponsable. Antidemocrático, por tanto. Me estoy refiriendo al hecho de que la ciudadanía de regiones como Cataluña de sistemáticamente la espalda a las responsabilidades que le conciernen como cuerpo electoral. La abstención en general y concretamente la que se da con ocasión de las votaciones en las que se deciden las instituciones locales y regionales es tal que ya no cabe decir que a través de aquellas se expresa «el pueblo». Antes de cada votación se da ya una selección del voto. Una parte de la sociedad deja de sentirse concernida. Existe el sobreentendido de que todos aquellos cargos que tienen que ver con el gobierno estricto de Cataluña desde el punto de vista regional y municipal le corresponden a la comunidad que habla catalán y se considera legitimada desde el punto de vista histórico y étnico. Los ejemplos son sangrantes. Tan sólo un tercio de los ciudadanos ha votado positivamente el Estatuto catalán. Así que el texto con pretensiones constitucionales que define entre otras cosas la «nación» catalana no cuenta con una mayoría de la población. Existe por desinterés, por desgana o por un tipo de rechazo no admisible en democracia. Cabe decir que si hubiese actuado con libertad y sentido de la responsabilidad la parte de la sociedad catalana que se abstuvo, el Estatuto no existiría. Ni siquiera habría sido necesario recurrir ante el TC. En una palabra, no habría llegado a tener vigencia un texto legal que rompe formalmente la unidad de España y que niega realmente la solidaridad con el resto de los españoles incluidos los propios ciudadanos que aun viviendo en Cataluña no participan de los privilegios de la estricta «comunidad». La retracción electoral de la mitad de la sociedad supone una real dimisión de los derechos propios. Es un cheque en blanco para el arbitrismo y la irresponsabilidad. Es el portillo que abre las posibilidades del totalitarismo a unos partidos que surgen de la justificación de la diferencia y el privilegio. De este modo, en Cataluña los resortes sociales y de poder llegan a conseguir unos resultados parecidos a los que persigue el Terror en el País Vasco. Pero dije al comienzo de este comentario que la traición a los deberes electorales se da no sólo por la abstención sino por la perversión del sentido del voto. En Vitoria acabamos de vivir lo que podríamos llamar una grave traición en este sentido: los socialistas han optado por un nacionalista frente al candidato más votado, obviamente «popular»: El frente formado por socialistas y nacionalistas supone la aceptación de un falseamiento radical de las reglas del juego ya que se coloca la opción derecha/izquierda por encima de la idea de España. La marcha atrás que ha dado el PSOE en Navarra no debe ser interpretada como una rectificación. Se trata tan sólo de una medida temporal. Después de las elecciones generales los socialistas volverán a la carga contra UPN.Ciertamente es necesario cambiar la Ley Electoral, pero no menos obligado sería que los socialistas recuperaran su sentido de la Nación..

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