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EN EL FILO

África, entre corrupción y desarrollo

Publicado por
INOCENCIO F. ARIAS
León

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EN CONTRA de lo pronosticado con frecuencia en el pasado, Africa ha experimentado un considerable crecimiento global en los útimos ocho años. Bastantes países han tenido tasas claramente superiores a las de las naciones ricas de Europa. Hay abundantes zonas, sin embargo, en que la pobreza, la malaria, el sida continuan haciendo estragos. En Zimbabwe, por ejemplo, la expectativa de vida se ha reducido a 34 años en las mujeres y 37 en los hombres, unas 11,000 personas mueren al día en el continente a causa de la pobreza... La situación ha producido una activa reacción en diversas personalidades del mundo del espectáculo que, capitaneadas por el cantante Bono, han tratado, con diverso éxito, de mentalizar a los países ricos sobre la gravedad del tema y la necesidad de atajarlo dedicándole más recursos. Algunos políticos como el ex-presidente Clinton se han unido a la cruzada. Su fundación, con negociaciones con multinacionales farmaceúticas etcétera, ha conseguido reducir a 140 dólares el coste de las medicinas para tratar a un paciente de sida cifra aún muy respetable para un africano pero infinitamente inferior a lo que se necesitaba hace poco. Los ricos siguen dedicando una mediocre atención a la ayuda al desarrollo. Estados Unidos gastó unos 499,000 millones de dólares en defensa en el 2006 y sólo 23,000 en ayuda externa. (No nos obsesionemos con Estados Unidos. En Rusia, China...los porcentajes no serán más halagueños para la solidaridad). Una de las razones de la tibieza de los países ricos es la creencia, relativamente extendida, de que la ayuda al desarrollo es un despilfarro sin control. Se aduce que es mal utilizada, sustraida por políticos corruptos etcétera. Los defectistas citan unas cifras im pactantes: África ha recibido en el último medio siglo la colosal cifra de 500.000 mil millones de dólares en ayuda y la casi totalidad del continente sigue sumida en el subdesarrollo. Otros se sublevan contra esa conclusión. Jeffrey Sachs, catedrático en Nueva York, asesor de la ONU, autor del bestseller «El final de la pobreza» y al que la bella Angelina Jolie califica de «una de las personas más inteligentes de la tierra» objeta que todo obedece a que el esfuerzo de los ricos para ayudar a los países subdesarrollados ha estado mal planificado en ocasiones pero nunca tuvo el impulso y el volumen necesario para sacarlos de la pobreza, que efectivamente los parches pequeños no solucionan el problema etcétera. Sachs, a su vez, menciona hechos patéticos, en el Africa suhasariana se emplean 20 dólares en gasto santario por persona, en el mundo desarrollado no menos de mil, no es extraño que haya lugares en que una de cada 13 mujeres muera al dar a luz (una de cada 2.500 en Estados Unidos), el coste de una red que protPgería a una familia del mosquito de la malaria es de 4 euros. África tiene efectivamente que aprender del estado de derecho occidental, aunque a veces puede resultar hipócrita que intentemos darles lecciones de pureza, ¿pero el argumento de la corrupción, existente a menudo, no es con frecuencia un pretexto para olvidarnos de l a pobreza y no hacer los deberes?

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