Diario de León
Publicado por
ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
León

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A DOS velas, sí: en sentido figurado y en sentido literal. Así se han quedado durante días docenas de miles de barceloneses tras el apagón provocado por una avería que causó muy serios desperfectos en el servicio de suministro eléctrico de la capital de Cataluña. ¿Pudo haberse evitado la avería? Ante tal incógnita sólo cabe una respuesta razonable: que, incluso cuando se adoptan las medidas necesarias para impedir un accidente como el sucedido en Barcelona -lo que no parece ser el caso-, es imposible conjurar al cien por cien todos los riesgos. Por eso, de lo acontecido tras el monumental apagón barcelonés solo el accidente en sí mismo es explicable, en una ciudad que ha tenido siempre a gala su radical modernidad. Que sólo sea explicable el accidente quiere decir, obviamente, que lo demás resulta de todo punto inexplicable. Inexplicable, en primer lugar, la chapucera respuesta de las empresas responsables (Endesa y Red Eléctrica Española), mucho más preocupadas, desde que se supo la noticia, de echarse la culpa mutuamente que de dar las explicaciones oportunas a una ciudadanía atónita ante el espectacular desaguisado y de adoptar las medidas necesarias para corregir de inmediato los desastrosos efectos de la falta de fluido para particulares, servicios público, comerciantes y empresarios. De hecho, si es cierto que no es posible contar con una total seguridad de que accidentes de tal naturaleza nunca van a producirse, lo es también que las empresas tienen obligaciones de vigilancia y modernización que no es seguro que se hayan cumplido de un modo adecuado. Como tienen también la obligación de contar con un plan alternativo para hacer frente a un apagón, plan que -ustedes entenderán la paradoja- ha brillado ahora por su ausencia. A la postre, ha habido que echar mano del ejército, lo que habrá provocado en Cataluña el escándalo de muchos, aunque no es seguro que por idénticas razones. Pero si la irresponsabilidad empresarial ha llamado la atención, no menos sorprendente ha sido también el silencio de los políticos locales y autonómicos. Unos y otros han demostrado tanto interés (bien pueblerino) en hacerse omnipresentes en el rodaje que lleva a cabo en Barcelona Woody Allen como en desaparecer ahora de la escena, quizá porque el apagón no les permite, como les gusta, lucir lindo. Pero ¿para que pensarán estos señores que se les pagan sus salarios? A la postre, el apagón es una muesca más en el bien ganado prestigio de una Comunidad que todos admirábamos, pero que no ha podido escaparse de dos males generales: la existencia de algunos empresarios mucho más preocupados por su cuenta de resultados que por el servicio que nos prestan y de unos políticos que se han empeñado en no estar, casi nunca, a la altura de las circunstancias del momento.

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