Diario de León

TRIBUNA

Vacaciones (invitación)

Publicado por
Venancio Iglesias Martín
León

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Lo más asombroso de la gente, es su necesidad de aglomerarse. Por mejor decir, esa es su tendencia natural. ¿Asombroso? El maestro Ortega ya lo describió en su «Rebelión de las masas». No sé de dónde viene esa tendencia: si de la sexualidad, que exige escaparate previo al apareamiento, si del temor a la muerte, si de la falsa seguridad que da la manada, pero lo cierto es que, su tendencia a amontonarse en los más variados lugares, parece su manera primaria de manifestarse. No hablemos de procesiones, convocatorias deportivas, espectáculos infectos de grupos musicales o gregarismo idiota en torno a la convocatoria, vía móvil, de «Botellón¿, pásalo». .Ni de lo que los periodistas llaman eventos y son acontecimientos perfectamente programados para multitudes. Las convocatorias vienen decididas por el dios Consumo y su mensajera, la diosa Propaganda. Oh, qué playa más hermosa. ¿Sí,? Pues vamos todos a ella! ¡Hala, a tomar por el saco la playa y su hermosura! (En Rodiles, miles y miles, se bañan en la misma agua en que orinan). ¿Has hecho la ruta del Cares? Ya se puede ir sin problema, porque están terminando una carretera estupenda. Miles y miles de turistas, con sus sacos de plástico, sus meriendas campestres, sus cámaras, sus pantalones cortos y sus botas de montaña y gafas de sol y palo de montañero. ¡Se acabó la ruta! ¡Ya no se diferencia de la calle Ancha en la tarde de domingo! Todos se ven, todos se conocen, todos se saludan y la ruta se ha convertido en el paisaje de la multitud. ¿Has visto qué hermosura de montaña? Es verdad, aquí había que poner una estación de esquí para que la gente venga. Y los ecologistas ponen el grito en el cielo¿ Todo el mundo compra «paquete» para viajar; todo el mundo tiene a su alcance las playas del Caribe; todo el mundo va a los lagos de Covadonga porque sí, porque va todo el mundo. «Asturias que guapa yes», pues vamos todos allá, llenamos las playas, llenamos hoteles, exigimos hostelería y apartamentos en primera línea de mar. Y la belleza de Asturias ¿dónde estaba? Nada como el marisco gallego, nada... pues vamos todos a comer marisco. Pero oiga, que se va acabar, que se está esquilmando el mar. No, si lo traen de Marruecos¿ Restaurantes, iglesias, playas, sidrerías, terrazas, prados, discotecas, discotecas, discotecas y movida, esa idiotez gregaria a la que tanto animó el viejo profesor, viejo, querido y admirado profe, que sin duda quería otra cosa, conociendo su moderación. Hoy más que nunca la masa ha adquirido fuerza y, lo que otrora era docilidad aparente e inestable, hoy es el prototipo de la volubilidad. Hasta estoy tentado de pensar que toda la educación tiende a generar «masas» que consuman y cambien de opinión y de traje cada diez minutos. Y los media, dirigidos por el poder, han acaparado la función de amasar. Masa informe, la originalidad del individuo se convierte en un deseo irrefrenable, que es justamente el deseo absurdo de ser como los demás. Pero usted amigo mío, que lee esta reflexión y no es porque ya ha vuelto, sino porque no se ha ido, porque no puede o no quiere moverse de este León dormido, con turistas vagarosos y tiendas en penumbra (¡qué hurañas son las chicas de las boutiques leonesas, verdá usté?); usted que ha escapado de la frivolidad del bronceado, que no es más que una tontuna de las de ¿dónde va Vicente? Usted, amigo mío, siéntese en la habitación más fresca de su casa, coja un libro y lea tranquilamente. ¿Historia? ¿Novela? ¿Poesía? ¿Cuento? ¿Filosofía?... ¿Prensa? Eso le librará del tedio de tomar el sol, meterse en el agua, volver a tomar el sol, sortear la gente para volver al agua, pasear esquivando pezones, achuchones, guajes con sus pelotas (con perdón), sus palitas, sus calderos de arena y sus raquetas; hombres maduros músculo o grasa, michelines o huesos; le librará de comer, en el chiringuito, una paella infecta y hecha a la carrera y tan cara como mala; le librará de sacudirse una y otra vez la arena, que se pega en las cremas solares, de darse un último remojón y volver a casa jurando que lo ha pasado muy bien y la playa estaba estupenda. Deje que eso lo diga su señora cuando venga con los niños, pero usted lea todo lo que rehusó leer cuando era un adolescente, verá qué mes de agosto más bueno ha pasado, imaginando la estepa rusa, visitando el París o el Madrid del siglo XIX, cabalgando a lomos de Rocinante, o siguiendo con atención el circulo de la soledad en papá Márquez. Como está solo, voluntario Rodríguez, ponga cara de sufridor para que no le disputen la felicidad de estos días. Coma moderadamente; pasee al fresco leonés de la tardecita tierna y deslumbrante; tómese un heladito y regrese a casa a descansar de tan minúsculas y deliciosas ocupaciones. Un poquito de tele con cuidado de suprimir la publicidad para que no le amarguen, la noche, una cena ligera, un poquito de música y a descansar de tan merecido descanso. Y deje a la masa que disfrute de estar junta, tontear, presumir , amontonarse, mirarse, darse crema, juzgarse, aguantar impávida la solanera y jurar que se lo pasó muy bien, comiendo mal y tomando el sol en la incomodidad de la arena para luego decir cosas como: «Hija, ¡qué morena te has puesto!¿¡Cómo te ha tomado el sol! ¿Dónde estuviste? ¿Qué crema usas? ¡Qué bien te sienta ese modelito, ese bañador! A mí es que la playa¿ Ay, hija, si no fuera por estos días¿» Cosas que como ve son muy muy interesantes y llenas de un contenido sabio y profundo. Y además hará usted ahorros para comprar más libros.

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