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Publicado por
RAMÓN IRIGOYEN
León

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ESTREMECE ver la frecuencia con la que los asesinos se ensañan con niñas a quienes violan y matan. Es atroz la desaparición, el pasado 3 de mayo, de la niña británica de cuatro años Madeleine McCann en el Algarve portugués. Según la prensa portuguesa, el llamado caso Madeleine vuelve a una pista anterior abandonada: el hallazgo de sangre en el apartamento en el que estaba alojada la familia. Este descubrimiento vuelve a convertir en sospechosos ante la policía a los padres de la niña y a los amigos de la familia. Ahora la policía busca a la niña en el mar, pues ve posible que tras su muerte, ya fuera voluntaria o accidental, el cadáver de la niña pudiera haber sido arrojado a las aguas. No se descarta que hubiera secuestro ni que quizá fuera sacada muerta de la casa. En estos ya casi 100 días de búsqueda de Madeleine, los padres han viajado a Fátima, han sido recibidos en audiencia por el Papa y han organizado una campaña de recolección de fondos en varios países del mundo. Estos padres están ahora en el punto de mira de la policía. También en Suiza la policía busca desde hace una semana ya larga a Ylenia, una niña de cinco años. El presunto secuestrador y asesino, Urs Hans von Aesch, un suizo que residía en Benimantell (Alicante), se ha suicidado. En su furgoneta se han hallado objetos de la niña. Qué pena que este ciudadano no hubiera invertido el orden de sus actos. Debió, en primer lugar, suicidarse y, en segundo lugar, dedicarse a perpetrar lo que le pidiera su degenerado cuerpo.