¿Hay que negociar con ETA?

ESTA podría ser una de esas preguntas que tienen una respuesta clara y terminante, ya que la gran mayoría de los ciudadanos, sin tener duda alguna, la responderían en sentido negativo. Y no les faltaría razón, ya que el sólo hecho de que el Gobierno se siente a negociar con una banda terrorista supone legitimarla como un igual con el que cabe tratar asuntos de Estado. Sin embargo, las cosas no deben ser tan claras como nos parecen, cuando todos los gobiernos duraderos que hemos tenido hasta ahora han mantenido negociaciones más o menos intensas con dicha organización criminal. Tal vez por eso, para responder a la pregunta planteada conviene determinar previamente la posición de partida para negociar. Pero como la cuestión es espinosa, me ayudaré de un ejemplo para aclarar mi pensamiento. Imaginemos que una persona tiene una finca a la que le falta una pequeña parte de terreno para tener la cabida precisa para poder construir una edificación, y que tal porción es de un tercero. Si éste no tiene intención de vender, el dueño de la finca o le da lo que le pida o no hay compraventa. Las cosas cambian radicalmente si es el tercero el que tiene necesidad de vender, porque entonces serán ambos los que acaben fijando las condiciones de la venta. Pensemos ahora que el dueño de la finca fracasó repetidas veces en sus intentos anteriores de comprar el trozo de terreno, porque como el tercero no estaba inclinado a venderlo, siempre le pedía el oro y el moro. Ahora bien, ¿debería el dueño rechazar por ello una oferta de venta del tercero a precio razonable? Lo lógico sería responder que no, que en ese caso el dueño debería comprar, ya que el precio fijado por el tercero ya no era abusivo. Pues bien, mientras que la iniciativa de negociar sea el Gobierno sin que la banda terrorista haya renunciada a la lucha armada como medio para obtener sus objetivos secesionistas, o se admiten sus pretensiones o no habrá nada que negociar. Y como hasta ahora, no es democráticamente admisible que se nos imponga la secesión de una parte de España por la presión del terror, negociar, mientras la banda no cambie de postura, o es de diletantes o de ilusos. Las cosas serían distintas si pensando en el abandono definitivo de las armas, la banda pidiera determinadas condiciones para el cese definitivo en la lucha armada (la cuestión de los presos y la de la reinserción de los miembros de la banda). ¿Sería sensato en ese caso que el Gobierno se negase a negociar? No lo parece. Claramente se ve que la respuesta a la pregunta planteada depende de cuál sea la verdadera voluntad del vendedor (la banda terrorista): si desea abandonar o no la lucha armada. Pero como nos ha engañado tantas veces, tiene que quedar indubitadamente acreditada su intención de abandonar las armas. Mientras exista alguna duda sobre ello, lejos de negociar, habría que hacerles sentir todo el peso del Estado de Derecho. Todo lo que no sea esto, les permitirá mejorar su capacidad operativa para atentar. Porque nadie se cree seriamente que ETA está derrotada. Nunca lo estuvo.