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Publicado por
MANUEL-LUIS CASALDERREY
León

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RECORDARÁN la fiebre del oro en el Oeste Americano. Aventureros de toda índole, pelaje y condición, se lanzaban por intrincados caminos a la búsqueda del filón soñado, del que extraerían oro suficiente para vivir ricamente el resto de sus días. Se enfrentaban a toda clase de peligros y a artimañas de personas sin escrúpulos que ansiaban quedarse con la mina y el oro extraído. Ahora toca fiebre de hidrocarburos, fiebre de petróleo, fiebre de oro negro. Los hidrocarburos son compuestos de carbono e hidrógeno, de los que existen miles. Los más conocidos son los gases que se usan como combustibles (butano, propano) y los que constituyen gasolinas y gasóleos, obtenidos del petróleo. Los filones de oro negro se agotan y los países poderosos no quieren dejar de serlo, tratando de controlar las existencias. Las guerras de Irak, por muchas capas de maquillaje que les pongan encima, han sido y son guerras de petróleo. Ahora toca apoderarse del filón oculto bajo los hielos del Ártico, donde se encuentra una cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo y gas. Los rusos han tomado posesión del fondo ártico al estilo de los pioneros, clavando allí su bandera de titanio, dejando un mensaje en una cápsula y una placa conmemorativa (¡me lo pido!). Para ello se han servido de dos batiscafos tripulados, que han descendido a 4261 m de profundidad, soportando presiones superiores a 430 atmósferas. En no tardando veremos a los americanos haciendo lo propio y dejando su señal en otro sitio (¡me lo pido!). La historia se repite.

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