Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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ES UN pueblecito de la mariña lucense, a medio camino entre las históricas y empinadas calles de Viveiro y el importante puerto de Burela, que ha convertido esta diminuta localidad en centro de servicios de la comarca. San Ciprián era hace cincuenta años una humilde aldea pesquera que mantenía viva la atávica captura artesanal de la ballena y el recuerdo de haber sido puerta de comunicación con el mar para el cercano milagro ilustrado de Sargadelos. La instalación de una imponente fábrica de alúmina cambió hace treinta años su destino económico. Pese a los zarpazos del masivo desarrollismo urbanístico, que siguen amenazando la costa norte de Galicia, hoy es un modesto destino turístico para familias de clase media sin demasiadas pretensiones que desafían sus «peculiaridades» climatológicas y buscan la tranquilidad que predica su eslogan publicitario: Península de la Paz. La belleza de sus playas y sus montes -castigados, eso sí, por el monocultivo intensivo del eucalipto-, su gastronomía y sus todavía atractivos precios, unido a la cercanía y a la mejora de las comunicaciones, han hecho de la zona destino turístico para numerosos bercianos. Incluso algunos empresarios que por aquí operan tienen ese origen. Todos disfrutan aquí de un «dolce far niente» teñido de fiestas populares (ayer mismo fue recibida con queimada y fuego esa mezcla de sirena y bruja llamada Maruxaina) y dieta contundente. En San Ciprián no hay turistas, hay veraneantes. Desde hace casi tres lustros, yo soy uno de esos que busca el sol de las nueve en la playa del Torno, puntual por muy malo que haya sido el día. Y de alguna forma le debía estas líneas.

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