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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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LA DIPUTACIÓN Per manente es la edición de bolsillo del Congreso de los Diputados, pero alberga todas las pasiones del Parlamento mayor. En el debate de ayer sobre la responsabilidad del ministerio de Fomento en el comportamiento a menudo caótico de las infraestructuras catalanas, y especialmente barcelonesas, sufrió la ministra del ramo, Magdalena Álvarez, embestidas muy violentas de toda la oposición, en la que ningún grupo se desmarcó, a no ser ligeramente el PNV, de la exigencia unánime de dimisión. El lamento catalán más sostenido es el de la insuficiencia inversora a que el Tesoro Público estaría sometiendo a Cataluña, ante lo que Álvarez, flanqueada por un nutrido grupo de asesores, desplegó cifras que mostrarían lo contrario, es decir, un aumento inversor que bordearía el carácter de histórico. Como las cifras no debaten entre ellas, y manejadas por los seres humanos se prestan a varias interpretaciones, de la sesión parlamentaria de ayer ha quedado más bien la imagen de una crucifixión frustrada de la ministra a manos de unos portavoces políticos que necesitaban identificar a sus respectivos partidos con los airados sentimientos de los catalanes y barceloneses que han padecido la conocida serie de calamidades, largos apagones de luz, retrasos y cancelaciones de trenes de cercanías, congestiones en el aeropuerto del Prat y embotellamientos kilométricos en la autopista A-7. Pero de todo ello sólo tendría la ministra de Fomento una responsabilidad muy limitada, si se extiende la mirada acusadora hacia las inversiones de los dos cuatrienios del PP en el Gobierno, a las alambicadas estrategias de las compañías eléctricas, de Endesa en este caso, a la ancianidad de trozos de la Red Eléctrica Nacional y cierta ceguera de los gobiernos de la Generalitat. El diputado que probablemente hirió ayer más a la ministra no fue el que la llamó mentirosa, ni el que la consideró ineficaz, ni políticamente incapaz, ni inútil en su gestión... lo que más le dolió a Magdalena Álvarez fue que el portavoz de ERC, Joan Puig, dijera que había ido a Barcelona en un plan comparable al de «un señorito andaluz», como repartiendo limosna. Llamar señorito a una mujer, ataviada además con un vestido rosa, no encaja en el Parlamento español, y la ministra en su réplica mostró al señor Puig que le había ofendido. «No sé si usted conoce algún señorito andaluz, desde luego los que han ido a trabajar a Cataluña, ninguno lo era». Y para una mujer de izquierda, añadió la ministra, sepa que eso es «una falta de respeto muy grande». En fin, que la ministra no dimitirá por mucho que insistan a coro todos los partidos de la oposición, y sólo se irá lógicamente cuando el presidente del Gobierno se lo diga. Magdalena Álvarez, de momento, está reforzada en su cargo. 1397124194

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