Diario de León

EN LA CUERDA FLOJA

El mensaje libanés

Publicado por
PACO SÁNCHEZ
León

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LA EXPRESIÓN que más escuchaba, cuando le decía a alguien que pretendía pasar unos días de este verano en Líbano era: «Estás loco». Inmediatamente, enumeraban vagas razones de peligro. Después de diez días aquí, puedo afirmar que lo único que da miedo en este país es el tráfico. Queda, desde luego, un resto de violencia en el norte, en Nahar el-Bared, un campo palestino controlado por algo más de trescientos terroristas extranjeros apoyados por Siria. El ejército libanés, a costa de casi ciento cuarenta bajas, los está reduciendo, al tiempo que se fortalece la unidad del país en torno a sus fuerzas armadas, integradas por soldados de todas las comunidades: cristianos, suníes, chiítas, drusos, etcétera. De hecho, después de la perplejidad inicial que produce la llegada a Beirut, la siguiente sorpresa consiste en la convivencia pacífica e incluso cordial entre todas las razas, culturas y religiones. No sólo celebran civilmente las fiestas de unos y de otros, sino que se invitan a la mesa en tales fechas. Viven más o menos mezclados en pueblos (aunque la combinación incluye siempre a los cristianos: suníes o chiítas y cristianos, drusos y cristianos, nunca chiítas con suníes o estos con drusos) y, por supuesto, en las ciudades y colegios (los colegios cristianos, más prestigiosos, acogen también niños musulmanes). Los problemas del Líbano, según los libaneses, provienen siempre del exterior: principalmente, de Siria y de Israel, porque ambas apetecen su tierra feraz, su agua, su capacidad comercial abierta a oriente y a occidente, su potencia turística (aunque este verano me siento «el turista») o... porque les molesta su demostración milenaria de que la convivencia es posible. Quizá por eso, Juan Pablo II decía que «Líbano es más que un país, es un mensaje».

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