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León

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Los animales nos enseñan a todos La campaña del zoo en el metro de Madrid nos deja esta perla de frase: «Los elefantes nunca abandonan a sus ancianos», destacando el valor de la lealtad. El diccionario asocia esta palabra a la fidelidad y pone como modelos de fidelidad al hombre, entre los animales al perro y al caballo. Que el elefante se distinga por su fidelidad a sus mayores me parece una gran lección para este mundo en el que cada día se inauguran nuevas residencias de ancianos y, sin embargo, cuesta Dios y ayuda encontrar una plaza cuando se busca. El elefante no necesita publicidad y cualquier parte del mismo nos lleva al todo porque todo él se brinda al acompañamiento mientras que la mirada del anciano delata esa soledad y angustia de quien se ve arrancado de raíz de lo que ha sido su hogar, su intimidad y su individualidad para ir a sumergirse en un edificio que le resulta enorme y complicado, donde las habitaciones y hasta las camas están numeradas y le va a tocar compartir habitación con un desconocido. Que sí, que hay momentos en los que a los ancianos les gusta charlar y contar los recuerdos de su vida, pero también es verdad que en esa nueva situación se siente retrasado en el tiempo como llevado a los tiempos de colegio donde había que guardar orden y turnos para todo. Decía Víctor Hugo que en los ojos del joven arde la llama y en los ojos del viejo brilla la luz. Parece un juego de palabras y casi un contrasentido porque los ojos del anciano casi siempre van precedidos de unos anteojos. Vista cansada sí, pero repleta de experiencia y de vida que se convierten el luz para todo aquel que quiera disfrutar de esa luz tenue y suave. El elefante vive en grupos y ese grupo es estable durante toda la vida, incorporando a las nuevas camadas y prolongando la presencia de los veteranos a quienes nunca se abandona. Los jóvenes viven en el interior de la manada y se dejan guiar por el macho más viejo o la pareja más antigua. Anatolio Calle Juárez (Navatejera). Sobre la calidad del servicio de Lagun Air El vuelo de Lagun Air del 15 de julio desde León a Madrid salió tres horas tarde. No fue el único vuelo de esta compañía, ni el único día que pasó esto. Además del malestar personal y del perjuicio que esto me supuso, con calma y cortesía hice la reclamación correspondiente oficialmente, pues esto supuso perder el enlace con el vuelo de otra compañía desde Madrid a Canarias. Lo cual, a su vez, implicó que no llegué ese día al acto previsto en Canarias, lo cual conllevó la inutilidad del viaje que hice y el gasto que me supuso. Y esta empresa, que está financiada en buena parte con los impuestos de los leoneses y las leonesas y uno de cuyos propietarios es Santos Llamas, sí el de Agelco, contesta desde su Departamento de Pasaje que como ha tenido «menos de cinco horas de retraso» lo único que me corresponde son dos llamadas telefónicas de forma gratuita (por lo menos es una más que en caso de los presos). Es como si fueras a tomar un café y te dijeran: usted tiene que pagar en el acto, pero el café se lo pondré cuando me venga bien dentro de las próximas cinco horas. Por lo tanto, si las compañías de este señor y su grupo Agelco, respaldadas y subvencionadas oficialmente con nuestros impuestos, funcionan con esta calidad, ¡que Dios o el diablo nos pillen confesados! ¡Esto sí que es calidad! Enrique Javier Díez Gutierrez (León) El Barquero (En el debate de diariodeleon.es).