Diario de León
Publicado por
MIGUEL Á. VARELA
León

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TENGO AMIGOS economistas que intentan, con escasa suerte, guiarme por los intrincados caminos de esa ciencia que, con su precisión matemática para explicar el pasado y su pasmosa incapacidad para calcular el futuro, se me antoja tan esotérica como la cartomancia e igualmente atractiva vista desde mi analfabetismo funcional. Por ello, la curiosidad me empuja a veces a las páginas económicas de los diarios, que habitualmente salto con las de deportes, y allí me he ido encontrando con muestras de un lenguaje ignoto aunque poderosamente atractivo por su paradójica carga poética para aclarar fenómenos que no entiendo. Así, cuando la bolsa anda saltando como una liebre, dibujando unas gráficas similares a los dibujos que un niño haría para describir una cordillera, dicen los analistas que está «volátil», que me parece una de esas palabras hermosas por su sonoridad vaporosa. Estos días, en una reflexión sobre la gripe hipotecaria de los Estados Unidos, que amenaza como pulmonía mundial, se nos indicaba que «un exceso sostenido de liquidez siempre tiende a generar burbujas de activos financieros». Magnífico verso para arrancar un largo poema existencial. Pero donde mejor se entiende la economía es en la práctica y hoy me encuentro con un ejemplo clarificador. Como consecuencia del terrible terremoto que ha asolado la costa peruana se calcula que los pasajes del transporte público hacia las ciudades golpeadas por la catástrofe han subido su precio en un 80%. Los ejecutivos -y aquí entra la verdadera poética de la economía- lo justifican por la alta demanda. Desde mi ignorancia en la materia supongo que el mismo fenómeno será aplicable al precio de los ataúdes. Me queda la duda sobre la volatilidad de las cotizaciones del dolor y su influencia en la generación de burbujas de desesperanzadora miseria .

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