Caridad laica

EN LAS PRIMERAS ayudas de España a Perú participan, además del Estado, comunidades autónomas y oenegés. Anteayer se enviaron cien toneladas de ropa, tiendas de campaña, medicamentos... y el auxilio inestimable de unos bomberos especializados en el rescate de sobrevivientes entre los escombros. La solidaridad humana estaría ocupando parte del espacio que hasta poco tiempo se reservaba para la caridad, que es una manera religiosa de ser solidario. En lo que respecta a las oenegés, llama la atención en un país misionero como España, que ha realizado un gran esfuerzo evangelizador con mayor o menor fortuna en países del lejano Oriente, China, Japón e India especialmente, pasando por Filipinas y zonas africanas, hasta tres cuartas partes del continente americano, que mientras disminuyen las vocaciones sacerdotales aumente la entrega de muchos jóvenes a atender las necesidades de las poblaciones más abandonadas del planeta. Dice un teólogo católico sin estampilla oficial, pero dentro de la ortodoxia de su confesión, que en la cuenta espiritual de resultados valdría más a última hora lo que se hace en favor del prójimo, sin pensar en la salvación de uno mismo, que lo que se orienta a obtener los beneficios prometidos. Como siempre hay una manzana podrida en el cesto, y así nos lo decían los curas en la infancia, para desaconsejarnos las malas compañías, ha aparecido un escándalo en la Fundación Intervida, una ONG que nació en teoría para atender a los sectores de población más necesitados, en Iberamérica especialmente, lo que abría el espacio de actuación a países como Perú y Guatemala. Pero la realidad de los hechos investigados en el Juzgado de Instrucción 17 de Barcelona desvela que Intervida se fundó para el enriquecimiento personal de sus responsables, que habrían actuado sin salirse de los planes preestablecidos. Y en ese sentido, el juzgado barcelonés erraría al denunciar un desvío de los fondos recaudados hacia el mundo empresarial, de la construcción e inmobiliario, porque desvío hubiera sido destinarlos a los fines que aparecen en los estatutos fundacionales. Es tal el complejo entramado de asociaciones y fundaciones diseñadas por los responsables de Intervida que el juzgado de instrucción le ha pasado el asunto a la Audiencia Nacional, que desvelará en su actuación la catadura de unos individuos para los que la solidaridad humana sería una fuente de riqueza. Lo malo de estos escándalos es el efecto disuasorio que producen en parte de quienes desearían apoyar económicamente a las oenegés o a alguna de ellas, y se ven zarandeados por la sospecha de que su dinero podría ir a un bolsillo indebido. Pero no es así, porque las oenegés están sometidas a periódicas investigaciones oficiales, y ellas mismas se obligan, y si no las obligarían, a llevar una contabilidad transparente. La solidaridad es hoy en día un sentimiento globalizado, y a él responden no sólo las organizaciones laicas y muchos jóvenes sin especial inquietud religiosa, desde médicos a cooperantes especializados, sino la Iglesia misma, con sus compromisos sociales fielmente conservados en zonas a las que difícilmente llegaría el Estado y en enclaves misioneros que por el mundo enseñan una primera cultura de emergencia.