Accidentes, multas...

LAS DRAMÁTICAS noticias sobre accidentes de tráfico invaden, un verano más, las páginas de los periódicos. Algunos han provocado consecuencias tan espeluznantes que han sido portada de nuestros rotativos. Un análisis estadístico de sus causas debe llevarnos a tomar conciencia del alto número de accidentes que son consecuencia directa de imprudencias temerarias o graves errores humanos. En todo caso, es también relevante el porcentaje en el que se han detectado deficiencias de seguridad en nuestra red viaria. Son demasiados los calificados «puntos negros», sobre todo en carreteras secundarias, que denuncian un inadecuado trazado o una incorrecta señalización en el lugar de la tragedia. Al existir, pues, causas objetivas junto a las sujetivas, entiendo que las medidas a adoptar deberían incidir en ambos planos. Estoy de acuerdo con campañas publicitarias de concienciación de los conductores y con sanciones económicas y penales a los infractores. Es cierto, como dice la Dirección General de Tráfico, que «no podemos conducir por ti». Pero, junto a ello las administraciones deben hacer aquello que los administrados no pueden. Podría ser eficaz relacionar las causas que provocan los accidentes con las medidas que tienden a evitarlos. Como ejemplo significativo propongo el aumento el importe de las multas para las infracciones graves y que su recaudación se invierta en incrementar el presupuesto para mejorar las infraestructuras viarias. Así se provocaría un doble efecto: el disuasorio ya que en alguna medida disminuirían las infracciones y el inversor pues se lograrían carreteras más seguras. Multas para no infringir, multas para invertir, en suma, multas para evitar los accidentes.