Amaestrar al dragón

TODOS LOS MALES, que son muchos, de la sociedad de consumo no son suficientes para que sintamos nostalgia de la miseria. Su Santidad el Papa Benedicto XVI ha hablado del egoísmo humano y ha dejado clara su esperanza de que el amor se acabe imponiendo en su combate contra el odio. «El dragón del materialismo no es invencible, Dios es más fuerte», ha dicho. Quienes no tenemos línea directa con el Sumo Hacedor creemos, con todo respeto, que lo que hay que hacer con ese dragón es domesticarlo. Al mismo tiempo que el orbe católico, que es una parte del orbe, conmemoraba el día de la Asunción de la Virgen, la India celebraba el sesenta aniversario de su independencia. Allí no ha tenido crías el dragón y vive sólo en las casas de unos cuantos. Los demás no pueden alimentar a ese bicho raro, ganando menos de un euro al día y son nada menos que mil millones y pico de personas, sin contar a los parias que por carecer de todo carecen también de numeración. Allí hay muchas religiones y muchas razas. Poseen la bomba atómica y practican el sufragio universal. Su economía va para arriba, pero mucho tiene que trepar para acercarse a la de los países azotados por el materialismo. Desde que estuve en la India una pequeña temporada, que se me hizo bastante larga, no he vuelto a confundir el hambre con el apetito. El jodido dragón tiene la costumbre de adoptar diversos disfraces. En España, sin ir más lejos, se agazapa en las carreteras y en lo que llevamos de agosto ha mordido a 145 personas. Lo mejor para evitar los accidentes automovilísticos sería prohibir la venta de coches. ¿Viven mejor en los países donde el materialismo no ha sido derrotado? ¿Ha disminuido la proporción de egoísmo de sus habitantes? Hay que preguntárselo al dragón.