Diario de León

VALOR Y PRECIO

Crisis de confianza

Publicado por
XOSÉ CARLOS ARIAS
León

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LO QUE SOLEMOS llamar mercados financieros globales llevan aproximadamente dos decenios en funcionamiento. Su historia es la de un éxito -mercados más profundos, competitivos y eficientes que los de 1990- interrumpido por una pléyade de crisis agudas, de las que el sistema ha ido saliendo como buenamente ha podido, pero siempre con visibles cicatrices. Es verdad que durante la presente década, los episodios de grave inestabilidad han sido menos frecuentes que en la anterior (aun está por ver que sean menos letales), pero la diferencia más llamativa entre unas y otras está en su origen: mientras las grandes crisis de los noventa surgieron en países en desarrollo, como consecuencia de sus excesos con la liberalización financiera, transmitiéndose luego al mundo industrializado, ahora, con el epicentro en Estados Unidos, la dirección es la opuesta. La otra gran diferencia es que, si bien la crisis del efecto tequila de 1995, o las del sureste asiático de 1997-98, parecieron coger a todos por sorpresa -desde los economistas más reputados a las grandes agencias multilaterales-, el actual pinchazo de la burbuja hipotecaria norteamericana estaba más que anunciado. Se sabía que el bum inmobiliario era insostenible; que la era del crédito barato y abundante tocaba a su fin; y que una parte importante de las hipotecas eran de pésima calidad, porque la Reserva Federal había rebajado considerablemente las exigencias de control sobre los deudores. Se sabía todo eso, pero nadie hizo nada. Lo que sí ha sorprendido es que importantes entidades financieras de todo el mundo hayan aparecido involucradas en semejante negocio, lo que obviamente intensifica las posibilidades de contagio y, con ello, la gravedad de la crisis. A pesar de las muchas zonas oscuras -y este sería el primer gran problema: que contra lo que se suele decir, los mercados financieros se están mostrando muy poco transparentes-, vamos conociendo ya algunos fallos clamorosos de la política económica, y no sólo por el inexplicable retraso en la reacción. Nadie discutirá ya que la política de la Reserva Federal de bajos tipos de interés duró demasiado tiempo, ni que la retórica de la desregulación, tomada demasiado en serio, puede convertirse en simple y pura dejación de responsabilidades (¡qué batacazo retrospectivo para la figura de Alan Greenspan!). Por todo ello, la actual y acertada estrategia de choque, convenientemente coordinada con el Banco Central Europeo, no basta para redimirse. Evidenciados los errores del principal banco central; cogidas en falta las grandes agencias de calificación de riesgos; el Fondo Monetario, desaparecido: ¿a quién puede extrañar que la actual crisis de confianza sea tan profunda?.

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