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León

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Cuidar el medio e ignorar al hombre No cabe duda de que es bueno que hoy esté bien visto hablar de respetar y de cuidar el medio ambiente, pero se ignora, en efecto, al sujeto humano, y de tal manera, que los que se dicen máximos defensores medioambientales abogan por dedicar los mayores esfuerzos a salvar a las más diversas especies animales en extinción, mientras que a los seres humanos más necesitados, débiles e indefensos no es que les nieguen toda ayuda para salvarlos, sino que defienden su destrucción, hasta tal punto de irracionalidad ha llegado esta cultura dominante de la dictadura del relativismo, que la subversión de la realidad, bella, buena y verdadera, no puede ser más total, tratando de que impere con el más cruel de los despotismos el horror, el mal y la mentira. Mientras el ser humano dimita de su protagonismo al frente de la creación, estará siendo esclavo de las cosas que, necesariamente, terminan por destruir su humanidad. «El problema ecológico -decía Juan Pablo II, en su discurso al Congreso Omnia homini, en 1990- se refiere al mismo tiempo a la naturaleza y al hombre, y no se podrá alcanzar una adecuada defensa del ambiente sin promover, al mismo tiempo, una adecuada ecología del espíritu». El hombre -añadía el Pontífice- «cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y, con ello, provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él». Tiranía que, en realidad, acaba destruyendo al propio hombre. El reto, desde luego, está justamente en que el hombre, cada ser humano, asumamos de veras el protagonismo que nos corresponde. No se puede promover la humanización del mundo, renunciando a comportarse de manera humana. Pilar Mariscal (Málaga). Necesidad de la tecnología Un reciente estudio del Instituto Medioambiental de Estocolmo (Suecia) señala que para lograr los Objetivos del Milenio de reducir a la mitad el hambre y la pobreza entre 1990 y 2015, es necesario continuar la expansión de la agricultura en esos países y además un gran incremento en la demanda de agua para regadío. El aumento de tierras agrícolas estimado necesario es una tasa similar a la de los últimos años, de un 0,8 % anual. La expansión de la agricultura es la causa principal de la destrucción de los ecosistemas naturales. En cuanto al agua se estima la necesidad de disponer de un 50 % más de agua dulce para el regadío, además de mejores políticas sobre el agua y técnicas de regadío más eficientes. En caso de no aplicarse estas mejoras las necesidades de agua serían el doble de las actuales. La conclusión obvia es que para salir de la pobreza sin causar un grave deterioro medioambiental hay que lograr altos rendimientos agrícolas y alta eficiencia en el uso del agua, algo que difícilmente se puede lograr sin tecnología. Finalmente hemos de convenir en que es necesaria una nueva «Revolución Verde» para reducir la pobreza en los países en desarrollo. Domingo Martínez Madrid (Burgos) Res (En la edición digital diariodeleon.es).